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viernes, 27 de septiembre de 2019

🎁 EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS PUERTAS DE MADERA 🎁

La puerta antigua
Así como la ventana es un invento relativamente reciente, inexistente en muchas culturas antiguas, la puerta es un elemento casi permanente en la arquitectura, tanto en Oriente como en Occidente, aunque con valores sociológicos, culturales y defensivos totalmente distintos (según se trate de una cultura nómada o sedentaria, por ejemplo).


Los requerimientos del binomio resistencia/ligereza, accesibilidad de la materia prima y fácil labrado hicieron de la madera el material más idóneo en la construcción de puertas desde la noche de los tiempos. Como excepción, conocemos el caso de la civilización minoica, que por escasez de madera, empleó tableros sólidos de yeso en los empanelados.

Otra excepción importante es la puerta de bronce empleada en la arquitectura monumental que ha persistido hasta la actualidad. Las primeras puertas monumentales de bronce son las de los santuarios sumerios. 

Las puertas mesopotámicas 

En el Asia menor durante el Neolítico, en poblados como Catal Hüyük (6700-5700 a. de C.) puertas y ventanas se identifican puesto que las viviendas son herméticas y se penetra a través de huecos en el techo.

La casa sumeria (2870 a 2370 a. de C.) consta de habitaciones rectangulares alrededor de un patio con una abertura en el techo por donde penetra la luz y el aire, un conjunto centrado, sólo comunicado con la calle por mediación de la puerta sin ninguna ventana al exterior.

Las puertas egipcias
Egipto nos ha dejado diversos modelos de puertas, todas provenientes de tumbas y conservadas en el Museo egipcio de El Cairo.


La puerta más antigua es la de una tumba en honor de Iyka del año 4500 a. de C. y la de Hesiré, sacerdote y escriba, de Sakkara (la antigua Memphis) datada en el 2700 a. de C., y es de madera de Sicomoro.  Las encontradas en la tumba de Tutankamon, exhumada en 1923 por Howard Carter están datadas en 1350 a. de C. Son cuatro. La primera, de madera revestida de oro y con incrustaciones de esmaltes azules, cierra la habitación del sarcófago de 5 metros de largo que contiene otros tres. Las puertas que conducen a otras estancias, están también forradas de oro y tienen un portillo interior de menor tamaño. Todas giran sobre un quicio y tienen tiradores y pasadores muy parecidos a los actuales. En este mismo museo se encuentran otras dos interesantes puertas de madera, en este caso estucadas y pintadas con escenas alegóricas y familiares. Pertenecen a la tumba de Sennedjen, muerto en tiempos de Ramsés II (1290-1224 a. de C.) y Nefertiti. Esta última formada por un tablero de cinco piezas verticales, cerrado por un bastidor de suave curva superior. El tablero se encaja en la pieza redonda que hace de gozne.

En relación a las llaves y cerrojos, conocemos su existencia por dibujos y jeroglíficos y de ellas se habla en el capítulo de herrajes. Son de dimensiones superiores a las nuestras, tienen cerca de un codo. Penetraban como un brazo a través del montante de la hoja y accionaban el cerrojo a modo de palanca, lo que explica su gran tamaño.

El rey Anubis aparece en los jeroglíficos, como encargado de las puertas del Más Allá, sosteniendo una llave de tres dientes, los cuales se colocan hacia arriba y elevan tres clavijas del cerrojo permitiendo abrir la puerta.

Las puertas en la Biblia En el Antiguo Testamento aparece una primera referencia a las puertas en la construcción del Templo de Jerusalén en tiempos del rey David, templo que no llegará a construir: “Preparó también David hierro en abundancia para la clavazón de las hojas de las puertas y para las grapas, incalculable cantidad de bronce y madera de cedro innumerable, pues los sidonios y los tiros trajeron a David madera de cedro en abundancia” (Cr 22 3-5). Toda la madera (cedro, ciprés y algummin) se cortó del Líbano y se llevó en balsas, por mar, hasta Joppe, y desde allí se subió a Jerusalén “(II Cr 2 15). “Algunas puertas estaban chapadas en oro” (II Cr 4 19). "Glorificaré al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti "(Sal 14, 12-13).

El templo fue construido finalmente por su hijo Salomón (alrededor del año 1000 a. de C.). En la Biblia se dice que “...hizo a la entrada del santuario una puerta de dos hojas de madera de olivo silvestre y otras de ciprés: el marco con dos pilares equivalente a un quinto del muro (.../...). Hizo esculpir querubines, palmas y flores extendidas y las cubrió de oro. (I Reyes 31-35)

“El sumo sacerdote Elyasib y sus hermanos los sacerdotes se encarga- ron de construir la puerta de las
ovejas (en la muralla de Jerusalén): la armaron, fijaron sus hojas, barras y goznes” (Nehemías 3 1-2).

Al margen del templo, son interesan- tes también los textos del profeta Ezequiel que ejerce su misión de sacerdote con los judíos desterrados en Babilonia. Su libro profético describe un templo de Jerusalén idealizado y distingue entre puertas y postigos: “El Santo tenía una puerta doble y el Santuario una puerta doble. Eran puertas de dos hojas movibles, dos hojas en una puerta y dos en otra” (Ez 41 23).

Ya en el Nuevo Testamento (siglos I d. de C.) hay muchísimas citas sobre las puertas pero  se refieren más bien en el ámbito simbólico. Reflejan su carácter de protección y seguridad: “No me molestes, la puerta está ya cerrada y mis hijos y yo acostados” (Lc 11 5-7), la diversidad de tipos: “Él les dijo luchad por entrar por la puerta estrecha porque os digo que muchos pretenderán entrar y no podrán”, el desarrollo de la cerrajería: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. ti te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16 19). La cerrajería, de madera, se sigue empleando todavía  en todo el Medio Oriente y Norte de África.

Las puertas griega y romana
De los griegos sabemos pocas cosas en cuanto a carpintería. Por la Odisea conocemos las mismas largas llaves, con sus cerrojos de madera con accionamiento, no rotativo sino de giro vertical siguiendo el principio de brazo de palanca de los egipcios. Virgilio, en la Eneida, recoge formas y materiales de las puertas griegas, comunes a la carpintería mesopotámica. “Dicho esto, prosigue su camino y enseña a Eneas el ara y la puerta que los Romanos denominan Carmental; antiguo monumento, levantado en honor de la ninfa Carmenta, fatídica profetisa que vaticinó la primera futura grandeza de los hijos de Eneas y las glorias del monte Palatino” (Libro octavo). Por restos arqueológicos se tiene la sospecha de que las puertas pudieran ser trapezoidales, por motivos estructurales. Esta forma se encuentra también en las construcciones incas precolombinas y en templos mesopotámicos. En todos los casos se debe a que se obtiene un dintel menor para un máximo de hueco.

De los romanos procede básicamente la puerta plafonada tal como la conocemos hoy en día (bastidor más plafón), aunque se cree que tiene raíces etrusca, micénica y griega. El tablero del plafón se formaba con tablas grapadas o con un escueto ensamble.

A partir de la arqueología no se ha podido reconstruir con exactitud cómo cerraban los huecos las casas romanas ni tampoco cómo era su uso: como curiosidad sabemos únicamente que los romanos llamaban a la puerta con el pié.

Las ruinas de Pompeya y Herculano, descubiertas entre los siglos XVIII y XIX, las norteafricanas, los escritos de Vitrubio y los relieves de los sarcófagos, que representan la vida cotidiana de aquel tiempo, muestran relieves de puertas con el patrón plafonado.

Las escasas referencias escritas (Apuleyo, Ovidio , Plinio el Joven, Juvenal, Marcial) se ocupan más de las costumbres que de las cosas y de la arquitectura sabemos sólo que las puertas exteriores son de madera pero a veces los huecos interiores se cierran con tapices colgados. Como elemento arquitectónico la puerta cobra cierta importancia en la vivienda popular, la domus, que coloca sus habitaciones alrededor de un patio central.

El acceso exterior es fruto de una compleja articulación de espacios de transición a través de pórticos y peristilos; fórmula muy beneficiosa para la carpintería exterior ya que la protege del sol y la lluvia.

En las villas, de alto rango social, la puerta es objeto de un especial cuidado por parte de los constructores. Con frecuencia hay un porche que a veces invade la calle pero depende de la existencia de un peristilo, precursor de la galería cubierta actual. Suele ser de dos hojas, pero el acceso habitual es por un postigo. Raramente se abren las dos hojas de par en par, sólo cuando el propietario da una recepción importante o  por las mañanas cuando recibe el homenaje de sus amigos y clientes. Sistema, que como se ve, se ha mantenido a lo largo de los siglos.

El marco es muy importante, se flanquea de columnas con un dintel labrado (que a diferencia de los muros de relleno, son de piedra). De ahí se pasa a un vestíbulo o zaguán desde el que se anuncia al propietario y donde el visitante está vigilado por el ianitor (guardián) que dispone de un ‘chiscón’. La villas más ricas tienen vestíbulos impresionantes para mostrar su nivel social.

En resumen, en la casa romana el entorno es más importante que la carpintería, lo que es lógico, pero nos hace suponer que ésta no debía desmerecer.

Los dibujos de Vitrubio (siglo III) no reflejan las puertas y hemos de esperar a Alberti (siglo XV) para recrear el estilo clásico de sus puertas: un marco con dos plafones cuadrados y un moldurado muy sencillo, diseño básico recuperado en el Renacimiento.

Como todo gran imperio, los romanos controlaban, por razones estratégicas, la industria metalúrgica, y su cerrajería era de gran calidad.

Además del Pantheon, se ha conservado de la fase final del Imperio la puerta de la iglesia de Santa Sabina en Roma (siglo V). En madera de ciprés vista, nos muestra la habilidad en la talla y los motivos decorativos más parecidos a la escultura funeraria de un barroquismo poco acorde con la presunta sobriedad del canon clásico.

Las puertas en la Edad Media y en el Renacimiento

La casa visigoda nos es totalmente desconocida porque no han quedado restos arqueológicos de importancia. La casa rural del Alto Medioevo era muy simple; una sola pieza que alberga a todo el grupo familiar; a lo sumo dos o incluso tres estancias donde se convivía con los animales; el fuego y el hogar; la cava donde se almacenaba el alimento. Son construcciones precarias, que hay que arreglar todos los años. Los muros son de entramado leñoso con relleno de adobe y cubiertas vegetales. Las viviendas de más categoría tienen muros de piedra, dos alturas y varias cámaras. Aunque muchas veces no hay ventanas, la puerta exterior, el portón, es muy importante como elemento de seguridad.

En la Baja Edad Media se aprecia una cierta mejoría; las ciudades y la vida burguesa desde el siglo XI propician la vivienda urbana. La escasez de suelo dentro de la muralla, pero también la protección térmica de los edificios, da lugar a las viviendas medianeras en altura, con una tipología de plantas alargadas y estrechas, con estructura de entrama- do de madera. La puerta de la casa se abre normalmente a un corredor muy estrecho que da paso a dos aposentos, la tienda o taller delante y la sala o cuarto bajo detrás, y un patio. Una escalera de caracol en al fondo da acceso a las otras plantas.

En la planta baja, la puerta de entrada es un elemento importante y permanece abierta durante todo el día. Una silla apoyada, sirve para cerrar el paso y a veces se transforma en un mueble independiente tal como se menciona en  inventarios de mediados del siglo XV. Se habla de sillas con respaldo que sirven para cerrar la puerta o para sentarse ante ella.

Puerta entablada medieval

Es la puerta típica de la Alta Edad Media. Las tablas van unidas con elementos transversales clavados, bien sea metálicos o de madera.  Más adelante van a media madera y machihembradas. En diseños más sofisticados, los travesaños se unen a un bastidor que recerca el conjunto. En muchos casos se conserva el refuerzo de llanta metálica.

La abundancia de madera y su basto labrado propiciaban escuadrías generosas, especialmente en las puertas de exterior, lo que convenía a sus funciones de protección en una sociedad muy violenta (las sociedades pacíficas han tenido siempre arquitecturas y cerramientos más ligeros). Los dispositivos de cierre son trancas, cerrojos y cerraduras de diversos tipos.
En la parte superior, la hoja se encaja en un dintel-cargadero de madera con sus correspondientes orificios para el quicio. Cuando la cazoleta no es de piedra sino de madera se produce una mayor holgura con el consiguiente desplome de la hoja. Esta disposición de la hoja impedía el forzamiento de la puerta y protegía a la madera de las inclemencias atmosféricas especialmente en la charnela.

Con bajo riesgo de pudrición, elección de especies adecuadas (frondosas desprovistas de albura, como roble, castaño y algunas coníferas de elevada resistencia) y correcto secado, se aseguraba la buena conservación de este tipo de puertas.

Las puertas de interior son de entabla- do más fino adoptando las clásicas formas góticas, lobuladas etc. En su transición con la puerta gótica plafonada, aparece la puerta de cruz central y cuatro paneles/entablados: un diseño clásico por su belleza y funcionalidad.

Aunque estas puertas son prototípicas de la Edad Media y el Renacimiento, su construcción perdura a lo largo de la historia y de los diferentes estilos hasta la arquitectura contemporánea.

Puertas apeinazadas del Renacimiento

Puertas castellanas del Renacimiento español Al final de la Edad Media se va imponiendo en España la moda de las puertas apeinazadas. Los peinazos son largueros y travesaños que dividen el paño, enmarcando cuarterones o cojinetes de dibujos variados. Los cuarterones pueden recibir un sencillo labrado central, con dibujos geométricos y aristas molduradas.

Es la puerta española por excelencia y así es conocida fuera de nuestras fronteras. Su colocación en el Escorial con cerca de 1.200 unidades (finales del siglo XVI) y su presencia en cuadros de pintores españoles del siglo de oro, como Velázquez (Las Meninas), Zurbarán, etc. Muestran que se trata de un elemento decorativo de moda. Es por tanto en origen, una puerta noble y casi de lujo aunque más tarde cambiaran sus connotaciones.

Con el Barroco los peinazos se complican, pasando de simples tramas rectangulares a complejos ensambles de lacería, de influencia árabe.

La puerta apeinazada se llamará con el tiempo puerta castellana. Denominación acuñada desde muy antiguo, para diferenciarla de la puerta entablada o tablerada, más barata y de menos categoría, tal como consta en contratos de carpintería de la época.
La puerta castellana es una puerta que exige mucha maestría y alto conocimiento de la geometría para resolver la profusión de complicados ensambles entre sus partes.

El trabajo de cuarterones y el lazo de cola de milano tiene para algunos reminiscencias de la carpintería egipcia y romana transmitida a través de los árabes.

Puertas orientales

Puertas de lacerío y labradas árabes
En las puertas árabes y del Magreb, como en el resto de su arquitectura, el mandato religioso de evitar las representaciones  propicia formas geométricas con profusión decorativa que encuentra en las puertas un buen campo de desarrollo: puertas labradas, celosías y torneados.

La puerta china y japonesa En el extremo opuesto las puertas del Lejano Oriente buscan una mayor simplicidad. La puerta china tradicional tiene dos cuerpos. El superior es de celosía con un fondo de papel  de arroz decorado con dibujos y caligrafías. El embarrotado de sujeción no forma una cuadrícula sino rastreles paralelos de extremo curvado. Suelen ir pintadas o lacadas en color rojo. El inferior es macizo, de madera.

China aporta a la carpintería y al mueble europeo, sus acabados, en especial el lacado, que se incorpora a las hojas con decoraciones muy imaginativas.

La carpintería japonesa clásica está influida por la china pero es más estilizada. En las viviendas dominan los paneles deslizantes que reciben diversos nombres según sean interiores o exteriores, opacos o translúcidos.

La más interesante es la puerta deslizante -shoji- que tiene una celosía de madera ortogonal y un cerramiento de papel de arroz o morera. Tiene 1,70 metros de altura y 0,90 m de ancho y dividía las habitaciones. Los paneles deslizantes opacos-o fusuma- son de 74" x 80" (1,80 x 2,00 m). Los exteriores se denominan amado.

La nueva puerta plafonada

Puerta plafonada gótica y renacentista
La reaparición de la puerta plafonada, abandonada desde los romanos, está directamente relacionada con el desarrollo de nuevas herramientas y productos (sierras y cepillos, chapas finas). Se basa en el fino labrado de la madera maciza de los bastidores y en la posibilidad de formar tableros de pequeño espesor para el plafón central. Las sierras permiten cortar la madera en tablas muy delgadas y los cepillos pueden biselar el panel, los recercados y ensambles.

En los siglo XIV y XV la carpintería gótica se introduce en el mobiliario (frentes empanelados en sillerías, coros, arcas y frisos).
Finalmente se acaban introduciendo en la puertas con adornos ‘de pergamino’ que imitan lienzos plegados verticalmente o con tracerías y guarniciones góticas. En esta época se inicia el moldurado o ‘matado’ de las aristas.

Mientras en España triunfa la puerta apeinazada el Renacimiento italiano introduce grandes plafones de formas sensiblemente cuadradas, que encajan en las ranuras de los bastidores mediante un perfil rebajado. Limpieza y simplicidad de las formas que busca adaptarse a la sobriedad del conjunto edificatorio, recuperando la tradición greco-romana. Su mayor incidencia es en las puertas de interior, ya que las exteriores siguen ofreciendo un aspecto macizo y cercano a la estética medieval.

En Inglaterra el Renacimiento se adapta a través de los estilos Tudor y Estuardo. Los empanelados son también rectangulares pero muy influidos por la Edad Media. Dentro de las especies de maderas se aprecia especialmente el Roble.

En Francia el Renacimiento italiano también se introduce y adapta a un estilo ‘medievalizante’ de los que nos han llegado magníficos ejemplos en los chateaux construidos en esa época. Después del Renacimiento las puertas plafonadas continuaron su evolución, como veremos, a través del Barroco, Rococó y Neoclásico, adaptándose a sus juegos formales y a los acabados propios de cada estilo.

La puerta plafonada barroca
El barroco nace también en Italia en torno a 1600 y de ahí pasa a sus países vecinos. Es un arte en movimiento, con formas onduladas y desencajadas, retorcidas, que buscan el juego de luz y sombra, la ostentación y lo irracional.  Este tipo de decoración alcanza lógicamente también a las puertas.

En Francia el barroco tarda en introducirse y domina el estilo Luis XIII que es todavía bastante geométrico. En las puertas, los plafones siguen con formas rectangulares y romboidales fundamentalmente, pero a partir de 1660, el barroco avanza con Luis XIV, y se empieza a imponer aunque moderado por un cierto ideal clásico de orden, razón y medida que tiene al palacio de Versalles como paradigma.

En las puertas se refleja en un cierto equilibrio entre simplicidad y ornamentación: superposición de paneles con molduras en ángulos rectos y pequeñas curvas pero con una rica ornamentación en elementos superpuestos (los dorados sobre fondo blanco se dan en las puertas de los palacios).

En el siglo XVIII se produce una síntesis entre el clasicismo arquitectónico y el barroco decorativo con los estilos Luis XIV, Luis XV y Luis XVI los cuales se extienden prácticamente en toda Europa debido a la gran influencia cultural francesa tras la Revolución.

Tipológicamente son puertas con dos o tres plafones donde el testero toma una forma ondulada con quiebros agudos, en una disposición compleja que acaba afectando a los otros travesaños pero manteniendo cierta simetría. Sea cual su forma, el principio constructivo siempre es el mismo. Un bastidor moldurado formado por dos largueros y dos o tres travesaños/testeros con curvas cóncavas y convexas unidos entre sí a caja y espiga.

El repertorio decorativo comienza siendo muy profuso: trofeos, guirnaldas, motivos florales, etc. pero con el tiempo se van moderando. Inicial- mente se introducen muchos materia- les: dorados, bronces, incrustaciones de marfil, nácar, apliques de bronce, espejos, lacas y taraceas de maderas exóticas (caoba, palisandro, palo rosa, etc.) para acabar simplificando la lista.

La puerta Luis XV libera y descarga las formas del Luis XIV, redondea los ángulos de plafones y bastidores se decanta por la rocalla, las fantasías de frutas, las flores y cintas. Los acaba- dos siguen siendo lacados, blancos y dorados en los edificios representativos, mientras en la arquitectura doméstica y en exteriores se deja vista la madera.

En Inglaterra, el Barroco se adapta a través del estilo Reina Ana que es más moderado que el francés. Emplea el nogal, arce y pino vistos. Le siguen el Chippendale que prefiere la caoba y el Sheraton que emplea las frondosas continentales.

La puerta plafonada en los siglos XVIII  y XIX
Esta nueva puerta plafonada tiene formas más contenidas que en el siglo anterior con su clásica moldura de contorno de ballesta (contour á l’arbalète) y se extiende igualmente por toda Europa.

Las líneas rectas y la madera vista, diferenciándose del Rococó en la sustitución de la madera pintada y lacada por severos chapados oscuros (especialmente de caoba americana). La taracea tiende a desaparecer y los paneles de las puertas ganan en sobriedad recuperando la puerta su espíritu funcional. En España tenemos el magnífico ejemplo de las puertas y carpintería de la sala de maderas finas de El Escorial.
El siglo XIX se caracteriza por la recuperación de los estilos historicistas, especialmente el Renacentista (Neoclásico) y el Medieval (Neogótico) lo que degenera en un eclecticismo que toma elementos de todos los estilos anteriores.

A nivel tecnológico el siglo XVIII es importante por la aparición de las primeras descripciones de fabricación de puertas plafonadas en la Enciclopedia Diderot y D’Alambert (un diccionario razonado de las ciencias y las artes). Por ella se conocen las técnicas, las escuadrías más habituales y las herramientas empleadas en la carpintería. El bastidor es de 6-8" x 11/2-21/2" y el plafón entre 3/5 y 6/5". Éste último se rechapa, ya que emplea maderas de peor calidad para el alma. El plafón central es una pieza de madera encajada a presión en un rebaje practicado en el bastidor merced a sus bordes afilados. Se enriquece mucho el catálogo de molduras de los bastidores gracias a los cepillos de cuchillas curvas.

La junta entre hoja y cerco también se hace más compleja con perfiles a resalvo (galceada), en cuello de cisne o en boca de lobo.

Los nuevos estilos de finales del XVIII y comienzos del XIX en Francia (Neoclasicismo y Regencia, Luis XVI, Directorio, Imperio y Restauración) y en Inglaterra (Chippendale y Sheraton) recuperan procedentes de los estilos Luis XIV, Renacentista, Imperio y Gótico. Tiene como consecuencia la recuperación de determinadas artesanías en decadencia en lucha frente a la industrialización.

Si el siglo XVIII está dominada por la puerta Luis XIV y sus sucesivas versiones, el XIX es el siglo de la puerta victoriana, que utiliza elementos geométricos elementales pero con aditamentos barrocos puntuales.

Pueras apeinazadas del Renacimiento.
Puertas castellanas del Renacimiento español Al final de la Edad Media se va imponiendo en España la moda de las puertas apeinazadas. Los peinazos son largueros y travesaños que dividen el paño, enmarcando cuarterones o cojinetes de dibujos variados. Los cuarterones pueden recibir un sencillo labrado central, con dibujos geométricos y aristas molduradas.

Es la puerta española por excelencia y así es conocida fuera de nuestras fronteras. Su colocación en el Escorial con cerca de 1.200 unidades (finales del siglo XVI) y su presencia en cuadros de pintores españoles del siglo de oro, como Velázquez (Las Meninas), Zurbarán, etc. Muestran que se trata de un elemento decorativo de moda. Es por tanto en origen, una puerta noble y casi de lujo aunque más tarde cambiaran sus connotaciones.

Con el Barroco los peinazos se complican, pasando de simples tramas rectangulares a complejos ensambles de lacería, de influencia árabe.

La puerta apeinazada se llamará con el tiempo puerta castellana. Denominación acuñada desde muy antiguo, para diferenciarla de la puerta entablada o tablerada, más barata y de menos categoría, tal como consta en contratos de carpintería de la época.

La puerta castellana es una puerta que exige mucha maestría y alto conocimiento de la geometría para resolver la profusión de complicados ensambles entre sus partes.

El trabajo de cuarterones y el lazo de cola de milano tiene para algunos reminiscencias de la carpintería egipcia y romana transmitida a través de los árabes.

Nuevos estilos a comienzos del siglo XX
Los nuevos estilos, el Art Nouveau (denominado Modernismo en España, Jugendstil y Secesión en Alemania, Modern Style en Inglaterra y Liberty en Italia) suponen una cierta recuperación de la carpintería tradicional de madera de carácter artesanal.

El arquitecto más importante del momento es posiblemente Antonio Gaudí que dejó, junto a su espectacular arquitectura, puertas y carpinterías de gran belleza.

La Gran Guerra de 1914 puso trágico fin al modernismo y a otros excesos culturales y supuso una vuelta a la moderación en los diseños, que sólo recuperaría su alegría en los años 20, en el Art Déco de la Belle Epoque, estilo eminentemente decorativo con gran influencia en centroeuropa y EEUU (visible especialmente en Nueva York).

En todos estos estilos la puerta plafonada mantiene su estructura, siendo el bastidor o el plafón el que recibe la ornamentación, naturalista o geométrica de cada moda.

En los años 30 aparece un nuevo movimiento con mayor vocación de permanencia, el racionalismo, que se caracteriza por su vinculación al proceso de industrialización de los elementos de construcción. Es el momento de la aparición de la puerta plana, gracias al desarrollo del tablero contrachapado, aunque no se impone definitivamente hasta los años 50 momento en que las ideas del racionalismo cristalizan en el llamado Estilo Internacional.

Mientras tanto, la puerta plafonada se sigue realizando de forma tradicional con sistemas más mecanizados, aunque acaba cayendo en desuso por su falta de competitividad ante los sistemas industrializados.

La puerta tradicional queda relegada al taller o a la artesanía después de haber sido un estándar de la carpintería durante siglos.


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