El año 2015 está ‘marcado en verde’
en el calendario de este planeta como un posible punto de inflexión en la producción
de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la tan esperada revisión del Protocolo
de Kioto podría no darse, por lo que Europa debe preparar un plan alterno.
Las expectativas son muy altas, quizás
demasiado. El Protocolo de Kioto se encuentra en ‘standby’ hasta que los estados
discutan y acuerden las nuevas metas de reducción de los gases de efecto invernadero.
El problema es que países, como China y EEUU, los mayores contaminantes del mundo,
no se han alineado a dicho protocolo.
Según un reciente informe del Banco
Mundial, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ya alcanza
las 400 ppm (partes por millón) y advierten que si la situación no se modifica,
“las opciones comenzarán a desaparecer, los costos se incrementarán a medida que
aumentan los niveles de emisión de carbono y las trayectorias de calentamiento en
gran medida se harán irreversibles”.
De hecho, a este ritmo, auguran que
podrían producirse incrementos de temperatura de 5° C o más durante este siglo.
“Si actuamos ahora y actuamos juntos, los costos incrementales de mantener el calentamiento
cercano a los 2° C serán pequeños y podrán justificarse en vista de los peligros
que probablemente entrañe un cambio climático mayor”.
Por todo ello, el Banco Mundial recomienda
la acción conjunta de todos los países y una transformación esencial en los sistemas
energéticos, esto es, una significativa mejora en la eficiencia energética, un cambio
decidido hacia la energía renovable y el uso generalizado de tecnologías avanzadas
para capturar y almacenar las emisiones de carbono.
“Los países desarrollados deben ponerse
a la cabeza de estos esfuerzos y reducir abruptamente sus propias emisiones (en
hasta un 80% para 2050), poner en el mercado nuevas tecnologías y ayudar a financiar
la transición de los países en desarrollo hacia caminos de energía limpia”, sugiere
el informe sobre Desarrollo y Cambio Climático del Banco Mundial.
LA POSTURA DE EUROPA
La pregunta ahora es ¿Qué puede hacer
Europa si el resto del mundo no toma en serio la necesidad de detener el cambio
climático?
Bruselas ya ha dado el paso de priorizar
tres grandes líneas de trabajo: la eficiencia energética para conseguir el objetivo
del 20% de ahorro de consumo de energía en el 2020, la apertura de la competencia
a través de un mercado integrado, y el incremento del consumo de energías renovables.
Las directivas incluso establecen
que los Estados miembro deberán constituir un Fondo Nacional de Eficiencia Energética
para activar recursos que financien la inversión en proyectos de eficiencia energética.
UN AHORRO MILLONARIO PARA ESPAÑA
Y es que por ejemplo tan solo en España
se estima que la eficiencia energética puede significar un ahorro de hasta 7.000
millones de euros al año, además de jugar un papel primordial en la reactivación
de la economía española.
Por todo ello, Bruselas reconoce la
eficiencia energética como una prioridad en los presupuestos de la UE, y es así
que ha duplicado para el periodo 2014-2020 los recursos destinados al ahorro de
energía con respecto al anterior periodo.
Pero, ¿Es esto suficiente? Lo cierto
es que la UE representa tan solo sólo un 15 por ciento de las emisiones mundiales
de gases de efecto invernadero. Es decir que mientras el mayor bloque comercial
del mundo y el menos contaminante, lidera las acciones contra el cambio climático,
otros países con mayor responsabilidad en el efecto invernadero, se mantienen al
margen del Protocolo de Kioto.
La conferencia de París que tendrá
lugar en 2015 servirá para dilucidar finalmente qué países están dispuestos a unirse
esta carrera por la reducción de los gases contaminantes.
UN PLAN B
Si países como EEUU, China, Brasil,
India, etcétera, no responden de manera positiva, es momento de considerar un llamado
Plan B. Éste consistiría por ejemplo en implantar un sistema de trazabilidad para
gravar con aranceles los productos en función de los gases de efecto invernadero
emitidos en su proceso de producción y distribución.
Esta medida se justificaría no solo
por el beneficio medioambiental, sino porque la Unión Europea estaría asumiendo
restricciones y realizando inversiones que otros países no enfrentarían. Es decir,
que colocaría a la UE en desventaja competitiva.
Hay que tener en cuenta que este sistema
de aranceles podría desatar una guerra comercial, no obstante, sería una de las
vías más eficaces de hacer frente al calentamiento global.
Se espera que los países ‘gravados’
impongan medidas recíprocas en represalia. Lo cual representaría un mal menor, debido
a que los productos europeos conllevan una carga inferior de gases de efecto invernadero.
En caso de que se aplicaran otras
tasas a las importaciones de productos europeos como represalia, esto supondría
un encarecimiento de dichos bienes, afectando al consumido final. Una forma de compensar
esto sería reducir algunos de sus impuestos como el IVA.
La manera de contrarrestar la pérdida
de recaudación que esto supondría podría ser por medio de impuestos medioambientales,
o mediante el ahorro antes mencionado a través de la eficiencia energética.
El Banco Mundial ya ha planteado el
oscuro panorama si no se toman medidas. Ha hecho sus recomendaciones, y ha anunciado
una nueva estrategia: reducir el financiamiento a las plantas de energía que usen
carbón.
“El Grupo del Banco Mundial ayudará
a sus clientes a identificar alternativas a la energía a base de carbón a medida
que hace cambios hacia la energía sustentable”, han detallado en un documento de
estrategia.
Esta medida surge un día después de
que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciara que Washington dejará
de invertir en proyectos de carbón en el extranjero, y pidió que los bancos multilaterales
hagan lo mismo.
Es decir, supone una ofensiva decidida
contra el cambio climático. Podrá tildarse de restricción, imposición o penalización,
pero sin duda es una apuesta por las políticas medioambientales efectivas. Europa
tampoco debe temer una guerra comercial y debe considerar dichos gravámenes arancelarios
si las alternativas se agotan y es necesario un agresivo Plan B por el medioambiente.