Muralla de Lugo
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1. Introducción
La ciudad de Lugo fue promovida por el emperador romano César Augusto,
después de las guerras cántabras (26/25 y 19 a.C.), como un instrumento para
controlar e integrar la Gallaecia en el dominio de la Hispania Citerior. La
antigua Lucus Augusti debió ser fundada entre los años 15 y 13 a.C. por Paulo
Fabio Máximo en nombre de Octavio Augusto, coincidiendo con la segunda estancia
en Hispania del emperador.
Así, Lucus Augusti se
levanta para controlar, romanizar y completar la anexión del noroeste de la
península Ibérica al Imperio Romano, dotándola, ya a finales del siglo III
d.C., de una imponente y necesaria muralla defensiva que rodea su casco
histórico, y que ha perdurado hasta nuestra época con pocos cambios.
La muralla se trata de una extensa construcción en piedra de 2.266 metros
de longitud, flanqueada por 85 torres semicirculares, que delimita el casco
histórico y que ha pasado de ser un obstáculo para su crecimiento y desarrollo,
a convertirse en un monumento y espacio público, de incalculable valor patrimonial,
integrado en la estructura urbana de esta ciudad a la que singulariza.
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Su primera misión
defensiva se ha transformado a lo largo del tiempo y, tras superar las
propuestas de derribo de finales del siglo XIX, se ha conservado,
afortunadamente, para permanecer como testimonio de la construcción romana y
convertir su adarve en el paseo más recorrido por vecinos y visitantes.
A pesar del intenso
tráfico que todavía circula por la ronda de muralla, las estrechas praderas
verdes a sus pies, junto con el paseo aéreo del adarve superior, hacen de la
muralla de Lugo el parque lineal más inesperado y singular que podríamos
pensar. Frente a la caída de tantas otras murallas en nuestras ciudades, ésta
ha sabido adaptarse para seguir sirviendo a sus habitantes, ahora como balcón
urbano desde donde percibir la ciudad a una cota que en pocas ocasiones
podremos disfrutar.
A medida que recorremos el adarve de muralla tenemos vistas sobre la
catedral, los jardines de la Diputación, las huertas de las casas, el derruido
pazo de Doña Urraca y al fondo, hacia el sur, todavía en algún punto se adivina
el Miño. El paseo entre tejados, huertas y jardines ha dado lugar a un espacio
público que nos hace reflexionar sobre la forma y el uso, sobre la construcción
y su función, y, por tanto, sobre la rehabilitación del patrimonio.
El 30 de noviembre del año 2000, la UNESCO declara la muralla de Lugo
Patrimonio de la Humanidad, logrando el grado de protección patrimonial más
alto de que nunca ha disfrutado a lo largo de su historia.
La antigua muralla de Lugo es probablemente la muralla romana mejor
conservada de la península, y su larga vida no ha alterado sustancialmente su
diseño original, que sigue claramente las indicaciones del arquitecto romano
Vitruvio. Tenemos en Lugo una singular oportunidad para contrastar en la
práctica la relevancia y precisión del contenido del tratado de Los Diez Libros
de Arquitectura, en relación a las construcciones defensiva, pues como veremos
ilustra los criterios de aquella época.
Además, los estudios histórico-arqueológicos realizados hasta el momento en
la muralla han documentado en los últimos años descripciones más o menos
detalladas del sistema defensivo de la ciudad, del que permanece la muralla,
como parte evidente, pero que incluía el foso, la propia muralla y el
intervallum intramuros. Todo el conjunto nos ayuda a comprender los modelos
constructivos y defensivos de la época. Sin embargo, más allá de los datos que
conocemos por estos trabajos, no debemos olvidar que los constructores de la
muralla fueron arquitectos o maestros de obras, quienes la diseñaron y
ejecutaron desde su formación edilicia, que seguirá lógicas de utilidad y
solidez. Estas lógicas están recogidas en las explicaciones de Vitruvio, las
cuales nos permitirán comprender mejor la estructura y forma de la muralla
mediante la simple lectura de los criterios empleados por los romanos en el
diseño de estas obras civiles.
Realizaremos un acercamiento a las explicaciones funcionales -por lo
esclarecedor que resultará para entender su diseño-, y también, a las
recomendaciones constructivas -por lo determinante para su edificación-, ya que
sólo considerando el contexto cultural y el desarrollo tecnológico de la época
podremos llegar a aprehender el legado de nuestro patrimonio construido.
"El muro romano cerca mi ciudad y
cerca mi corazón. He paseado la muralla en la vacación de mis años mozos y, una
de dos, o me sentaba a ver desde ella la huerta de los franciscanos o me
asomaba a los cubos que, entre las puertas del Campo Castelo y de San Pedro
conservan aún los arcos del mayor aparato de la fortaleza antigua…"
Álvaro Cunqueiro
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2. La
estabilidad en las fábricas
Como hemos dicho, toda obra edificada se levanta en un contexto cultural
que la determina. Dentro de este contexto debemos considerar tanto los
condicionantes sociales que dan lugar a su necesidad, como los condicionantes
tecnológicos que permiten su ejecución. Sobre el contexto social ya hemos
hablado en la introducción, por lo que vamos ahora a centrarnos en los
condicionantes funcionales y técnicos.
En este ejemplo de la muralla de Lugo, la piedra será la protagonista,
dando lugar a una construcción masiva que comparte características comunes a
toda obra de fábrica. A lo largo de la historia se ha empleado la piedra para
construir edificios, murallas y todo tipo de obras civiles. Las fábricas que
componen los muros de estas construcciones eran cerramiento y soporte al mismo
tiempo. La piedra condiciona un sistema constructivo donde las cargas se
transmiten por compresión hasta los muros que definen ya la planta. El espacio
se conforma como compromiso entre las necesidades del hombre y las del
material.
Sin apenas disponer de un método de dimensionado, se ha pasado, poco a
poco, de elementales estructuras adinteladas sin empujes horizontales a otras
más complejas donde se llega a adoptar el concepto de la curva anti-funicular
(arco y bóvedas). La técnica constructiva en fábricas ha ido evolucionando,
permitiendo un mayor dominio del material, usando cálculos elementales basados
en proporciones y conceptos de estabilidad, más que en problemas de
resistencia.
El avance en la compresión del problema estructural de las fábricas a lo
largo de la historia es una cuestión de difícil estudio, ya que no conservamos
demasiada información y encontramos periodos históricos donde son muy escasos
los documentos escritos referentes al tema. Los métodos para el dimensionado
que emplearon arquitectos y constructores en las distintas épocas se pueden
seguir a través de los tratados de arquitectura donde aparecen reglas,
proporciones y tanteos fruto de la experiencia práctica. Se entiende el
problema estructural como un problema de proporciones geométricas donde la
solidez de la construcción es el resultado de su forma, y no del material con
el que está construido. Así, la disposición y las proporciones entre sus partes
son las que garantizan su estabilidad.
En el caso de la muralla de Lugo, revisaremos las indicaciones
dimensionales y constructivas que aparecen en el tratado de Vitruvio sobre como
edificar los muros defensivos de las ciudades y las coincidencias presentes en
el ejemplo construido de esta muralla. Son principalmente referencias generales
sobre su diseño, dimensiones y construcción, que buscan una funcionalidad y
estabilidad.
Pero antes de buscar criterios dimensionales sobre esta masiva estructura
de fábrica debemos explicar el enfoque con que se enfrentan al problema los
constructores y arquitectos clásicos. Para esto, empezaremos por aclarar tres
conceptos distintos que actualmente consideramos como característicos de
cualquier estructura: la resistencia, la rigidez y la estabilidad, y que
resultan importantes para comprender el alcance del conocimiento en cada época,
ya que no siempre se identificaban como cualidades diferenciadas:
·
Resistencia: se trata de la capacidad de soportar cargas.
·
Rigidez: capacidad de oponerse a ser deformado.
·
Estabilidad: capacidad de no sufrir grandes desplazamientos.
La resistencia consiste en la capacidad que tiene un material o una
estructura de soportar una solicitación (una carga). La rigidez de una
estructura se trata de la cualidad que presenta de mantenerse rígida en su
forma inicial, es decir, de oponerse a la deformación producida por la carga.
Finalmente, la estabilidad es su capacidad de mantenerse en su lugar sin sufrir
grandes desplazamientos de sus partes.
En el caso de estructuras de piedra, las condiciones de resistencia y
rigidez se cumplen fácilmente, ya que la piedra presenta valores de resistencia
altos y es un material muy rígido. Por ello, la condición que nos debe
preocupar en las estructura de fábrica de piedra será la condición de
estabilidad.
La preocupación de los arquitectos y constructores desde los primeros
ejemplos que encontramos en nuestra historia hasta épocas recientes, aún sin
ser conscientes de las diferencias expuestas anteriormente, será especialmente
el problema de la estabilidad de las fábricas. Los pocos documentos que llegan
a nuestros días, desde los tratados de la construcción romana hasta los
tratados medievales, contendrán siempre reglas de proporciones entre los
elementos que componen las estructuras de los edificios, pero no harán
referencia a su resistencia. Las secciones de los elementos empleados en la
arquitectura en piedra para muros, pilares, dinteles, etc., han sido el
resultado de la experiencia acumulada, usando, en general, generosas
dimensiones sobradamente comprobadas donde las tensiones medias son muy bajas
frente a las tensiones límite de rotura.
Por lo tanto el colapso de una estructura de piedra no se producirá
normalmente por la debilidad de alguno de sus elementos, sino más bien por la
falta de estabilidad del conjunto, que en épocas pasadas (como ya hemos dicho)
se confiaba a la proporción entre las partes. Además, en el caso de las murallas
defensivas, el principal objetivo será resistir el envite de los ataques
enemigos, dando lugar a soluciones masivas, donde la estabilidad se logra
sobradamente con los espesores empleados para resistir los asaltos.
En los tratados históricos nunca se considera la rotura del material como
determinante para conseguir una estructura adecuada, y habrá que esperar hasta
el año 1.638 para que Galileo proponga este concepto al estudiar la carga de
rotura de una viga en ménsula en función de sus dimensiones (ancho y canto). A
partir de este momento empezarán los primeros intentos de cálculo racional.
3. Las reglas
clásicas. El tratado de Vitruvio.
Apenas disponemos documentos que expliquen cómo dimensionaban los muros y
sus fábricas en la época de la construcción de las murallas de Lugo. Por lo que
la mayor parte de esta información se debe deducir del estudio de los restos
que han llegado hasta nuestros días.
Se han perdido todas las obras escritas excepto el tratado “De Architectura
Libri Decem” – Los diez libros de la Arquitectura –, de Vitruvio, donde nos
describe la ciencia constructiva de los romanos hasta el siglo I a.C. Vitruvio
desarrolló su labor bajo los mandatos de Julio César y de Octavio Augusto, y se
cree que escribió sus libros entre el 35 y 11 a.C., posiblemente para Augusto.
No se sabe cuál fue su influencia en su propia época ni si existían otros
tratados similares que sirviesen para difundir el conocimiento de la
arquitectura y construcción en el mundo romano. Sin embargo, sí que tenemos constancia
de la importante influencia que tuvo a partir del Renacimiento.
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El texto parece haber sido descubierto en el año 1.416 por Poggio
Bracciolini, quien encuentra una copia manuscrita en la Abadía de Saint Gall en
Suiza, y despertó un gran interés dentro del mundo de la arquitectura y del
humanismo, siendo el germen de toda una serie de tratados que vieron la luz
durante el Renacimiento.
En un primer momento la obra fue estudiada fundamentalmente por filólogos
que trataron de hacerla inteligible, dado lo complicado del texto, pero pronto
se sucedieron otras versiones más personalizadas e ilustradas. Se comienzan a
publicar copias y traducciones por distintos editores para su difusión.
Hacia 1486 Fra Giovanni Sulpicio da Veroli publicó la primera impresión de
la obra sin traducir, todavía en latín vulgar. La siguiente la realizó Fra
Giovanni Giocondo y en 1521 Cesare Cesariano presenta la primera traducción al
italiano. A estas ediciones sucedieron otras ya traducidas al idioma del país
impresor.
El tratado de Vitruvio
es más práctico que teórico, pero sin embargo detalla los principios vigentes
en la arquitectura de su época. De los diez libros que componen el tratado, los
ocho primeros son sobre la arquitectura y la ciudad, siendo los dos últimos
sobre soleamiento y sobre la construcción de maquinaria bélica y para obras.
Los dimensionados de las
estructuras contenidos en el tratado de los Diez Libros de Arquitectura, si los
pudiésemos entender como tales, se refieren únicamente a proporciones entre las
partes. Actualmente empleamos el sistema decimal de medida. Sin embargo, las
reglas expuestas por Vitruvio hablan del módulo o “embater” para trazar el edificio
y de las “quantitas”, que se corresponderían con el número de veces que se
repite el módulo para alcanzar las proporciones que deben guardar la partes del
edificio. El objetivo de estas reglas era logar la “fírmitas”, “utílitas” y
“venustas” de los edificios.
No sabemos cómo se
obtuvieron estas reglas y lo más probable es que fueran el fruto de la
experiencia recogida a través de generaciones. Sin embargo, estas proporciones
que seguían los constructores de la antigüedad clásica para diseñar sus estructuras,
eran seguras, consiguiendo edificios estables. Las reglas usadas por los
griegos y romanos han perdurado a lo largo de la historia, empleándose
recurrentemente por los estilos arquitectónicos posteriores.
4. Modulación y
proporción
Vitruvio expone en su
tratado un dimensionado de las construcciones y sus partes según unas reglas
proporcionales basadas en la modulación. En el caso de los edificios la unidad
de medida se obtendrá a partir de su parte más significativa, que normalmente
será su fachada principal. El frente de la fachada principal, se divide en un
número establecido de partes iguales que dará lugar al módulo comenzador o
entrador (“embater”) con el que se dimensionará el edificio. [I,2 (O:p.11);
III,2 (O:p.65); IV,3 (O:p.90)].
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Columnas y muros se
dimensionan a partir de este módulo. La columna recibirá su diámetro del módulo
obtenido de la fachada y su altura será un número fijo de diámetros; el
intercolumnio será igualmente un múltiplo del diámetro de la columna. Por
tanto, de la anchura de la fachada surge el módulo. Del módulo surge la base,
la altura y la separación de las columnas. Y el muro tendrá un ancho igual o
mayor que la columna. (III,3; IV,3; V,3).
Vemos por lo tanto que
una vez obtenido el módulo, el edificio se dimensiona aplicándolo, por
multiplicación o división a las partes que forman el edificio. Esto es la
modulación o conmesuración (III,3; III,5; IV,1; V,10; etc.) con la que
produciremos una obra con la necesaria estabilidad y armonía. En las columnas y
antas las proporciones tendrán relaciones de 1:8 en el orden dórico, y 1:10 en
el jónico y corintio.
Estas son las reglas
generales expuestas para los edificios. Y aunque Vitruvio trata específicamente
el tema de la construcción de las murallas, torres defensivas o acueductos, no
recoge otros criterios dimensionales propios para estas obras civiles. En el
texto sus explicaciones se limitan a dejar al buen criterio del arquitecto el
grosor a prever en sus muros, que ha de determinar con su experiencia e
intuición para lograr las proporciones adecuadas que garanticen su solidez. Por
tanto, aunque sin unas reglas modulares específicas, se sigue proponiendo la
geometría y proporción como método fundamental para conseguir la estabilidad.
La Modulación. Resumen:
1. La división del ancho de
la fachada proporciona el módulo.
2. El módulo define el
diámetro de la columna.
3. El intercolumnio será un
múltiplo del módulo.
4. Dependiendo del tipo de
intercolumnio adoptado se establece la altura de la columna.
5. La separación entre
pórticos será igual a la altura del pórtico (columna).
6. La ordenación según
módulos seguirá las proporciones de perfección universal, también presentes en
el hombre.
7. La columna y los
edificios se construyen a imitación del cuerpo del hombre.
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5. El
dimensionado de muros y murallas
El muro.
A lo largo del tratado
Vitruvio nos habla sobre los muros en diversas ocasiones, como cuando trata el
tema de los tipos de fábricas [II, 8], de las naves de los templos [IV, 4], o
cuando habla de la firmeza que deben presentar los edificios residenciales [VI,
11].
Sin embargo, en ninguno
de estos casos resulta Vitruvio muy explícito en cuanto al dimensionado de los
muros, siendo sus comentarios sobre las secciones y alturas bastante
imprecisos. No determina unas relaciones dimensionales generales que deban
cumplir los muros para lograr la necesaria estabilidad, dejando siempre a la
prudencia del arquitecto la definición de estas proporciones, atendiendo a las
condiciones del lugar y a la calidad de los materiales y del edificio.
"(...) Los que
quieran evitar estos inconvenientes podrán dexar vacío el espacio del medio en
la pared, entre las piedras de las caras, que se llenará despues de piedra roxa
esquadrada, de ladrillo cocido, ó de piedra dura ordinaria, formando en dicho
medio una pared de dos pies de ancho, atando las dos frentes con grapas de
hierro emplomada." (p.43)
"(...) Las paredes
latericias, si no tienen el espesor de dos ó tres ladrillos, y solo de un pie y
medio, no podrán sostener más de un alto. " (p.48).
[Libro II, 8]
(Edición Madrid 1787, por Josep Ortiz; p. 43, 48. Tipos de fábricas.)
"(...) El grueso de
las paredes de la nave será prudencialmente proporcionado á su magnitud; pero
las antas tendrán el mismo grueso que las columnas."
[Libro IV, 4]
(Edición Madrid 1787, por Josep Ortiz; p. 95. Naves en Templos.)
Las murallas defensivas.
En el libro primero del
tratado, Vitruvio nos habla en el capítulo 5 de las murallas defensivas [I, 5],
Aquí encontramos indicaciones para el diseño y ejecución de estas obras, siendo
principalmente consideraciones funcionales, pero que condicionarán forma,
estructura y construcción.
En relación con unas
posibles reglas dimensionales, al igual que sucede con los muros en general,
sobre las murallas tampoco aparecen instrucciones precisas relativas a
proporciones que garanticen su estabilidad. El tratado simplemente explica como
el cimiento debe ser más ancho que el muro, siendo, quizás, la indicación más
concreta sobre medidas la que se refiere al grosor de la muralla en su parte
superior, cuando recomienda un ancho que permita cruzarse dos hombres en su
adarve. Se trata, sin embargo, de un criterio principalmente funcional y no
estático. No recomienda una relación entre base y altura, lo que orientaría
sobre la adecuada proporción para conseguir una construcción estable. El texto
continúa proponiendo un sistema constructivo donde se atan las dos hojas
exteriores de la muralla con llaves o “travas” de maderos transversales, para
conseguir una mayor durabilidad de la fábrica.
En el caso de Lugo, la
fábrica de la muralla está compuesta principalmente de lajas de pizarra tomadas
con mortero de cal, con cimientos y recercados de sillares de granito bien
labrados (testimonio estos últimos de la perfección técnica del aparejo
romano). El ancho de la muralla en su parte superior varía entre los 4 m y los
7 m según los tramos, con una altura entre unos 8 m y 12 m por su cara
exterior. Esto da lugar a una relación media entre anchura y altura de 1:2,
proporción ésta mucho menos esbelta que las relaciones de 1:8 ó 1:10 que
recomienda Vitruvio en columnas y muros para la buena estabilidad y armonía de
los edificios. Sin duda, la preocupación será funcional, tanto para su
vigilancia y defensa, como para resistir los empujes horizontales ante los
envites enemigos.
"(...) Se cavará
hasta hallar suelo firme si se puede, y alli se tomará mayor anchura de la que
se le quiere dar á la pared fuera de tierra, en aquel tanto que pareciere
conveniente, atendida la magnitud y calidad de la fabrica: y este hueco se irá
llenando de estructura solidísima."
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"(...) La anchura
del muro juzgo deberá ser tanta, que puedan pasar libremente por arriba dos
hombres armados, sin que se impidan al encontrarse. En su construccion se irán
metiendo espesos leños o trozos de olivo tostados, para que atando con ellos,
como travas, las dos caras del muro, tenga duración eterna: porque contra esta
madera no pueden obrar la intemperie, la carcoma, ni los años; pues ya sea en
tierra, ya en agua, permanece util y sin vicio perpetuamente. Por lo qual, no
solamente los muros externos, sino tambien los fundamentos, y qualesquiera
paredes de mucho espesor, atadas de esta forma, no se viciarán tan
presto."
[Libro I, 5]
(Edición Madrid 1787, por Josep Ortiz; p. 18. Murallas.)
6. Los lienzos
de muralla
En los diversos trabajos arqueológicos realizados se ha constatado que la
hoja exterior de la muralla tiene aproximadamente un metro de grosor (3 pies
romanos). Para esta hoja exterior se usaron mampuestos de lajas triangulares de
pizarra que facilitaban el embebido en el mortero conglomerante, que, en estos
paramentos, tiene un tono claro, es duro y poco arenoso. Se trata de un mortero
de cal con buena coherencia, utilizado también en otros elementos estructurales
del conjunto como las escaleras. La misma técnica constructiva de los lienzos
de muralla es la empleada en los paramentos de las torres defensivas, que
sobresalen del plano de los muros.
Estas hojas de un metro de espesor limitan un relleno interior de peor
factura, dispuesto en tongadas horizontales de unos 30cm de espesor (1 pie), de
piedras y guijarros conglomerados con mortero de cal, lo que conforma el ancho
total de la muralla que, como ya hemos dicho, varía entre los 4m y los 7m en su
parte superior. Vitruvio recomienda el atado de la hoja exterior con la hoja
interior mediante “leños o trozos de olivo tostados, para que atando con ellos,
como travas, las dos caras del muro, tenga duración eterna”. En el caso de Lugo,
la muralla se ata mediante muros transversales interiores, que cosidos a los
paramentos exteriores arriostrarán el conjunto.
Así como constructivamente la solución empleada es igual en las dos caras
de la muralla, geométricamente la sección transversal de la muralla no es
simétrica, presentando una solución distinta en el paramento exterior que en el
paramento interior. La hoja exterior se resuelve como un plano continuo con un
ligero desplome hacia el intradós del muro, mientras que la hoja interior, en lugar
de formalizarse como un plano continuo, presenta un quiebro a 2/3 de su altura
desde el suelo (4m/4,5m), dejando en la parte superior de la hoja un tramo
notablemente inclinado (20º/30º) con un desplome de aproximadamente 1,25m/1,50m
hacia el interior del propio muro. Se desconocen las razones para este plano
quebrado de la cara interior de la muralla, aunque se supone que facilitaba un
posible sistema de descarga desde el adarve. No podemos asegurar cuál era su
función, pero sí se aprecia que este quiebro del muro coincide con la altura
donde arrancan las escaleras empotradas en la fábrica que daban acceso a la
parte superior de la muralla y que veremos más adelante.
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Del plano del lienzo de la muralla sobresalen las torres defensivas, que
con planta semicircular reciben también el nombre de cubos. Detrás de cada uno
de estos cubos encontramos una escalera que arranca a 2/3 de la altura de la
cara interior de la muralla y nos lleva al nivel del adarve, dejándonos en el
medio del cubo correspondiente.
Con esta disposición cabe preguntarse si los cubos son un engrosamiento de
la muralla o si se tratan de elementos adosados, pasando la muralla continua
por detrás. Por lo averiguado en las intervenciones arqueológicas hasta el
momento, parece que pudieron darse ambas situaciones, lo cual pudo ser
perfectamente posible en una obra de esta envergadura dependiendo de la
organización de los trabajos. Por las prospecciones realizadas hasta el momento
parece que existen cubos donde el relleno del adarve tiene continuidad en el
relleno del cubo sin ningún tipo de separación y cubos cuyo relleno aparece
separado del adarve por un muro prolongación del lienzo de muralla, pero sin
aparejo cara vista, y que sirvió de encofrado, primero para el relleno del
adarve, y después del cubo.
En el caso de los cubos que presentan continuidad del relleno con el del
adarve, se observa que el relleno se ejecutó a la vez en ambos, sin que se
encuentre ningún elemento separador o junta que permitiera una ejecución
independiente. Dada la escasa profundidad de las obras de conservación que han
actuado sólo sobre las capas de asiento del pavimento superior, se podría
explicar que en estos casos no se haya encontrado ningún elemento separador
entre adarve y cubo, aunque tampoco aparecen asientos diferenciales entre las
estructuras de ambos cuerpos (esperables si fueran independientes). Además en
estos casos el muro curvo tiene continuidad en el muro del lienzo. Sin embargo
sí se observan juntas de trabajo transversales al eje del adarve según los
muros transversales de atado del interior de la muralla, que permitirían
establecer tramos o sectores de trabajo a medida que se construía.
En intervenciones arqueológicas más recientes realizadas en el cubo 11 y 28
se han encontrado nuevos datos relevantes sobre su estructura interior y el
modo en que se ejecutaron, que indican que estos cubos no son solidarios con el
lienzo de muralla, sino que se levantaron adosados a la misma.
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Sobre esta cuestión debemos explicar que la ejecución de la muralla parece
que se realizó por tramos y fue concebida como una obra “modular”, que
posiblemente tuvo que ver con la organización estructural y las fases de
ejecución de los tajos. Por las intervenciones arqueológicas realizadas en el
cubo 11 tras su casi total derrumbe, se ha constatado que tras el saliente
semicircular aparece un muro que sigue la línea del lienzo de muralla. Este
muro no tiene un aparejo para cara vista, como el de la hoja exterior del
lienzo de muralla, por lo que seguramente ya fue levantado para quedar oculto
tras el cubo. El relleno del cubo no está trabado con este muro y no se han
encontrado “llaves” o resaltos que permitieran su unión. Por lo tanto,
constructivamente podemos entender que aquí la muralla se resolvió como un
anillo continuo de lienzos a los que se le adosan los cubos por el exterior de
la muralla.
Además, por las intervenciones arqueológicas realizados en el cubo 28 se ha
observado que el tramo de muralla tras el cubo, donde se insertan las
escaleras, se ejecuta haciendo coincidir sus muros transversales de atado con
el arranque del cubo en la muralla. Con estos datos podemos considerar que los
tramos del lienzo de muralla tras los cubos son partes ejecutables de forma
separada dentro del anillo continuo. Esto facilitaría la organización de los
tajos singulares correspondientes a los sectores de las escaleras de acceso a
la muralla (que requerirían operarios capaces del replanteo y ejecución de las
escaleras).
Esta disposición constructiva que acabamos de exponer se evidencia en los
paramentos exteriores en los puntos de contacto a modo de juntas estructurales
/ constructivas a lo largo de la altura de las hojas. No serán, por lo tanto,
fisuras o grietas de degradación o asentamiento debidas al estado de
conservación.
Con las diferencias en la forma de ejecutar la muralla por zonas, y con la
información disponible hasta la fecha, podemos plantear la hipótesis de que los
lienzos que conforman el anillo se construyeron de forma continua en el tiempo
probablemente avanzando por tramos, pero que no todos los cubos se ejecutaron
al mismo tiempo que su tramo de anillo correspondiente. Es probable que la
necesidad de levantar rápidamente la muralla con función defensiva, hiciera
priorizar el levantamiento de algunos cubos hasta completar todo el perímetro
defensivo para, posteriormente, levantar el resto de los cubos planificados. O
que estas diferencias se traten simplemente de la delimitación de distintos
“tajos” de los trabajos de obra.
En cualquier caso, en los cubos que se ejecutaron posteriormente adosados,
en el lienzo de muralla siempre quedaba prevista la escalera correspondiente en
la cara interior, lo que evidencia que la muralla es el resultado de un
proyecto perfectamente planificado desde su inicio, tanto si el sector de la
escalera se ejecutaba en continuidad con el resto del anillo, como si se
construía de modo independiente.
Por los restos de morteros conservados en distintos tramos de la muralla
como en la zona de Campo da Forma, rúa Falcón, o en distintas escaleras, parece
probable que la muralla pudiera haber estado revocada con mortero de cal,
posiblemente para facilitar su conservación y mantenimiento, ya que impediría
la proliferación de vegetación sobre los lienzos y reduciría las labores de
desbroce, siempre exigentes.
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Finalmente, suponemos que la muralla se fue construyendo al tiempo que se
excavaba el foso que la rodeaba, de tal forma que parte del material empleado
para el relleno de los muros provendría del material extraído en esta
excavación. Además, para las caras y elementos singulares se recurriría a
mampostería y sillería de canteras de pizarra y granito próximas. También se
supone el reaprovechamiento de materiales procedentes del derribo de
construcciones previas que fueron derribadas con el trazado de la muralla en el
s. III. Además fue necesario disponer de canteras de caliza para obtener cal
para los morteros, siendo las más cercanas las situadas en los municipios
vecinos de Portomarín o Castroverde.
7. Los cubos
"Las torres volarán hácia fuera de los muros , para que (quando el
enemigo se llegare á querer asaltarlos, pueda ser ofendido por las troneras de
las torres á una y otra mano. Se ha de procurar tambien mucho dificultar los
asaltos con lo arduo del acceso al muro, conduciendolo por parages de
precipicio; y abriendo los caminos que guían á las puertas, no directos á
ellas, sino inclinados hácia la mano izquierda: pues de esta forma el lado
derecho del soldado enemigo que el pavés no cubre, caerá á la parte del muro.
Las ciudades no deben ser quadradas, ni de ángulos agudos, sino á la
redonda, para que el enemigo pueda ser descubierto de muchas partes. Las de
ángulos extendidos se defienden con dificultad, á causa de que el ángulo agudo
favorece mas al sitiador que al sitiado."
Explica Vitruvio que las ciudades no deben presentar murallas cuadradas, ni
con ángulos, procurando una disposición redondeada, para que el enemigo pueda
ser más fácilmente descubierto. En el caso de Lugo, la lógica de su geometría
ha sido evidentemente tema de estudio. Condicionada por la orografía de su
asentamiento y el trazado urbano existente en el momento de construcción de la
muralla, su forma en ocasiones se ha descrito como irregular por no presentar
una planta rectangular asociada a su fundación romana, sin embargo, vemos como
su perímetro redondeado responde en parte a este claro criterio defensivo.
Igualmente nos propone la disposición de torres que sobresalgan de los
muros para facilitar la defensa de los lienzos de muralla si fueran asaltados
por el enemigo, ofreciendo así troneras privilegiadas en los extremos de los
lienzos desde donde atacar a los asaltantes; y recomienda además que las
separación entre estas torres no sea superior a un tiro de flecha, para que en
caso de perder alguna torre durante un asalto, desde las próximas a una y otra
mano, puedan seguir defendiendo la zona.
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Para preservar la
seguridad de la muralla, en caso de que el enemigo hubiera conseguido tomar
parte del adarve, Vitruvio recomienda la división de la muralla en tramos
separados por las propias torres defensivas para cortar el paso de los
asaltantes a lo largo de la muralla.
La muralla de Lugo
presentaba 85 torres o cubos adelantados respecto al lienzo, de los que se
conservan 75, de los cuales 67 son de planta semicircular y 8 tienen planta
trapezoidal. La distancia entre los cubos varía entre los 9m y los 16m
aproximadamente, cumpliendo claramente el requisito de mantener los lienzos de
muralla dentro del alcance defensivo de las torres contiguas. Y, aunque
actualmente pocos cubos mantiene parte de su estructura superior, tenemos
gravados que ilustran su estado a mediados de un no muy lejano s. XIX, donde
todavía podemos apreciar arquerías en dos niveles sobre el adarve de muralla
como troneras defensivas.
"Las torres no distarán entre sí mas de un tiro de flecha; para que si
alguna de ellas fuere opugnada , pueda de las proximas á una y otra mano, ser
rechazado el enemigo con los escorpiones y demas armas arrojadizas. Por la
parte interior de las torres se dividirá el muro con intervalos tan anchos como
las torres mismas : y la entrada á ellas será por puentes de madera,
simplemente caidas sobre los intervalos, para que si el enemigo hubiere ocupado
alguna parte del muro, le corten el paso los defensores : lo qual execucado con
diligencia , impedirá que penetre á lo restante de torres y muros, si no quiere
precipitarse. Las torres serán redondas ó polígonas ; porque las quadradas
padecen mayor daño con las máquinas , ronpiendo sus ángulos los golpes del ariete:
en la figura redonda no causan daño , estando las piedras en forma de cuñas
hacia el centro de la torre."
Frente a otros modelos defensivos de esa misma época, llama la atención la
gran envergadura de los cubos presentes en Lugo que mayormente rondan los 13m.
de diámetro y el escaso desarrollo de los lienzos intercalados entre ellos,
prácticamente de la misma longitud que las torres. Sin embargo atendiendo al
tratado de Vitruvio, en esta muralla se observó la recomendación de dividir el
muro en “intervalos tan anchos como las torres mismas”.
Vitruvio recomienda torres redondas o poligonales, ya que las cuadradas se
comportan peor en sus esquinas ante los golpes del ariete enemigo. Además si la
disposición de la sillería se coloca en forma de cuña hacia el centro en las
torres circulares resistirán mejor los impactos. En los lienzos lisos de muralla
podemos recurrir a aumentar el grosor del muro para oponernos al empuje del
ariete, resultando difícil hundir o quitar un sillar o mampuesto del muro. Pero
si aparece una esquina en la muralla o en una torre, podremos atacar el ángulo
donde sería más fácil sacar un sillar de su sitio, debilitando la hoja exterior
e iniciando su ruina.
Podemos suponer que Vitruvio recomienda una estereotomía “en forma de cuña
hacia el centro de la torre”, es decir, cual arcos tumbados, que se habría
comprobado como óptima para transmitir los empujes horizontales producidos por
las cargas de los arietes, frente a la menor estabilidad lateral de una
sillería ordinaria de un muro vertical. Mientras que en el muro vertical la
forma de resistir el envite horizontal pasa por conseguir que mediante el peso
la resultante de ambas fuerzas caiga dentro de la base de apoyo y que las
piedras no se desplacen por su resistencia al deslizamiento, en la disposición
de arcos tumbados, un empuje horizontal se trasmite por las dovelas de igual
modo que lo hace el peso en un arco vertical.
En la muralla de Lugo, el uso de mampuesto de lajas de pizarra en los
paramentos de los cubos no posibilita disponer de sillares labrados en forma de
cuñas (dovelas). Sin embargo, en las excavaciones realizadas en los cubos 11 y
13 se han encontrado estructuras de muros de mampostería con trazado radial que
refuerzan su interior. Estos muros se realizaron con aparejo de lajas de
pizarra sin carear, tomadas con mortero de cal, y van desde la hoja exterior al
centro del semicírculo. Entre estos muros se vertía un relleno en tongadas de
piezas irregulares de pizarra y guijarros, conglomeradas con mortero de cal,
similar al de los lienzos de muralla. Podemos considerar esta solución una
buena alternativa a las recomendaciones de refuerzo realizada por Vitruvio o
que realmente su recomendación se refiere a esta disposición encontrada.
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El cuerpo superior de
las torres se emplazaba sobre el cubo y el adarve, cortando el paso por la
parte superior de la muralla según los criterios de seguridad defensiva
expuestos por Vitruvio. Hasta el momento no disponemos de datos concluyentes
sobre el número de cubos que llegaron a contar con cuerpos superiores, aunque
convencionalmente se asume que estaban previstos sobre todos ellos. Las torres
presentarían una fachada frontal curva y una fachada posterior y dos flancos
laterales rectos. Además de las troneras desde donde proteger los lienzos,
suponemos que las torres contarían con puertas en ambos flancos para salir al
adarve. Finalmente, para acceder a las torres encontramos las escaleras
situadas en la parte posterior de los cubos a 4,5 m de altura sobre el suelo, a
las que se llegaría mediante escaleras de mano que se pudieran retirar para
facilitar su defensa por los ocupantes.
8. Las
escaleras
Aunque actualmente no todas las escaleras tras los cubos se encuentras
exhumadas, las que están visibles nos ofrecen información clara sobre su
disposición que se repite a lo largo de la muralla. Se tratan de escaleras de
planta simétrica (tipo imperial), que desde su embocadura en el lienzo
presentan un primer tramo de unos 6 peldaños que nos lleva a un rellano
intermedio desde donde parten, a derecha e izquierda, dos tramos simétricos más
estrechos de otros 9 peldaños, y que nos dejan en el adarve de muralla.
En su primer tramo las escaleras presentan un ancho aproximado de 1,80m (6
pies romanos), que se reduce a la mitad en los dos tramos simétricos que se
bifurcan desde el rellano intermedio, siendo estos últimos de aproximadamente
0,90m (3 pies) m de ancho.
Desde la embocadura del lienzo de muralla el primer tramo suele presentar
menor pendiente que los dos tramos simétricos siguientes. La ejecución de los
peldaños es a base de lajas horizontales de pizarra, rematados con una pieza
entera superior de losa de pizarra, y aunque presentan alturas variables tienen
de promedio entre 29 y 33cm (1pie). Se puede comprobar que estos peldaños están
empotrados en los muros, por lo que podemos suponer que se realizaron junto con
las fábricas de los lienzos de muralla correspondientes a su zona.
Por la disposición y características de las escaleras podemos mantener la
hipótesis ya anteriormente expuesta de una planificación previa para toda la
muralla, modulada en tramos, en la que siempre aparece una escalera de acceso
tras un cubo, aunque la construcción del cubo y lienzo no fuera simultánea.
9. Geometría y
modulación de la muralla
Como ya hemos comentado en el caso de Lugo, la lógica de su geometría ha
sido tema de estudios. Condicionada por la orografía de su asentamiento y el
trazado urbano existente en el momento de construcción de la muralla, su forma
relativamente rectangular busca sin embargo un perímetro redondeado que
responde al claro criterio defensivo expuesto por Vitruvio. Recordemos que las
ciudades no deben presentar murallas cuadradas, ni con ángulos, procurando una
disposición redondeada, para que el enemigo pueda ser más fácilmente
descubierto.
Futuros trabajos arqueológicos podrán ayudarnos a comprender mejor su
geometría, y los condicionantes urbanos previos, pero mientras esperamos no
debemos dejar de recordar que la muralla fue construida por constructores siguiendo
las lógicas edilicias de la época. Su análisis desde un enfoque proyectual y
técnico nos ayudará a completar nuestro conocimiento sobre su forma.
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Hemos estudiado las partes principales que componen la muralla, esto es,
lienzos, cubos y escaleras, (quedando pendiente las puertas por su particular
singularidad) y las hemos analizado siguiendo las recomendaciones expuestas por
Vitruvio en su tratado, para entender mejor su diseño y construcción. Además
hemos establecido una división en sectores de la muralla que permitió abordar
su ejecución en tramos. Ahora intentaremos encontrar las reglas que ordenan
estas partes en la muralla, aplicando criterios de modulación comunes en esta
época.
En toda obra construida, la tarea implica una ordenación de las partes que
van a conformar el conjunto. El módulo será unidad de medida y elemento
ordenador. Pero para buscar el módulo en la muralla de Lugo antes debemos
recordar que cuando se construyó no se conocía el sistema métrico decimal, y
las unidades de medida no se basaban en el metro. Debemos considerar que el
módulo ordenador, si lo hubiera, no coincidirá con una medida métrica exacta
como podríamos emplear actualmente. Cuando se construyó la muralla el módulo
empleado sería una dimensión fijada específicamente para esta obra o, en todo
caso, un múltiplo de las unidades de medida utilizadas en la época, esto es,
del palmo, pie o codo romano.
Como explica Vitruvio en su tratado el módulo comenzador o “embater” es una
parte obtenida de la división del espacio disponible para el elemento más
significativo del edificio, la fachada. En el caso de la muralla el elemento
más significativo podría considerarse las torres defensivas, elemento
determinante para garantizar la seguridad del sistema defensivo según indicaciones
de Vitruvio. Si optamos por considerar en Lugo como elemento más significativo
los cubos de muralla, podríamos considerar como módulo comenzador su diámetro
en la base. Además hemos de considerar el diámetro en la base y no en su
coronación, ya que para su construcción siempre será necesario comenzar con el
replanteo de los cimientos, los cuales condicionarán desde el primer momento el
trazado de los muros superiores. Igualmente a medida que los muros ascienden
hacia el adarve se producen numerosas distorsiones con respecto a la medida de
la base por los desplomes, taludes, modificaciones históricas de los pretiles y
rectificaciones de los trazados, lo que nos lleva a descartar la búsqueda de la
modulación ordenadora a cota del adarve.
Por tanto considerando la dimensión media del diámetro de los cubos en su
base hemos de considerar unos 13,50m., esto es aproximadamente 45 pies romanos
como dimensión del módulo. Este módulo serviría para trazar los cubos, para
fijar la distancia que los separa (y por tanto la longitud del lienzo entre
cubos) y finalmente para fijar el ancho de muralla (que equivaldría al
semidiámetro del cubo).
De esta forma la ordenación tipo que estructura la muralla se organiza
según este módulo como una sucesión de círculos de 45 pies, donde uno sirve
para trazar el cubo y el siguiente para fijar la separación con el próximo
cubo. El semidiámetro del círculo hacia el exterior de la muralla circunscribe
el trazado del cubo en su base y hacia el interior fija el ancho del lienzo que
pasa tras el cubo. El diámetro equivale al desarrollo del lienzo entre los
cubos.
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Se trata esta de una simplificación básica que refleja las distancias
promedio que presenta la muralla, aunque a lo largo de la misma existen
variaciones. Sin embargo, este procedimiento pudo haber facilitado el replanteo
mediante el simple trazado de círculos con una cuerda. Además este replanteo
mediante arcos de cuerda permitiría ir girando el trazado de la muralla para
adaptarla al perímetro previsto y a las dificultades del terreno. Así, su
perímetro parece estar formado por tramos rectos (lienzos de muralla) que van
rectificando su dirección girando sobre los cubos
Aunque Vitruvio en su tratado no establece modulaciones para el trazado de
murallas, esta hipótesis cumple las recomendaciones del arquitecto romano para
la construcción de las murallas defensivas. Además, podemos comentar que esta
posible modulación en la muralla de Lugo presenta cierta relación con
modulaciones expuestas por Vitruvio para los edificios. Así, en los órdenes
clásicos, el diámetro de la columna equivale al módulo y el intercolumnio (o
separación entre columnas) vuelve a ser el módulo o un múltiplo de ese módulo.
En los órdenes clásicos el intercolumnio más “pesado” y estable (picnóstilo)
presentan una separación de 1 módulo (1 diámetro de columna). Así, la
modulación propuesta para Lugo podría entenderse como familiar para los
constructores romanos de la época.
Interiormente los lienzos de muralla están atados y reforzados por muros
interiores transversales que conectan la hoja exterior con la hoja interior de
la muralla. En cada lienzo los atados transversales se repiten aproximadamente
cada 15 pies de distancia, dividendo cada tramo en tres vanos. Los cubos
igualmente presenta muros interiores de refuerzo con disposición radial,
dividendo en 6 partes cada semicírculo. En cuanto a otras medidas que aparecen
en la muralla, como el espesor de los muros, anchos de escaleras, alturas de
peldaños, etc., ya hemos visto que podrían referirse a múltiplos de pies
romanos, como unidad de trabajo para su replanteo y ejecución.
Finalmente, concluir que toda obra construida, siendo obra del hombre
responderá a lógicas más o menos evidentes, que la ordena. Estas lógicas pude
presentar una lectura sencilla y de fácil interpretación, otras pueden
aparentemente no presentar un patrón evidente, pero incluso en este caso, la
aparente ausencia de reglas puede ser la propia lógica ordenadora. Comprender
estas lógicas, entender la incidencia de la estructura que ordena una obra
construida nos permitirá entender su forma y la cultura que la generó.
Deje su comentario, será bienvenido¡¡
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