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Vamos a profundizar sobre la casa romana. La existencia de una sociedad con clases diferenciadas lleva consigo la aparición de diversos tipos de alojamientos: la casa de pisos, las casas señoriales, las villas, los palacios…..
Así
mismo se aborda el origen y la evolución del templo y de la basílica destacando
la razón de ambas en la vida romana.
1.- LA CASA
ROMANA.
centro masificado de las ciudades y
rodeados de casas de rentas mucho más humildes y de inferior categoría social
que en tiempos de la República. Esto les hizo perder interés por estas
localizaciones que habían quedado confundidas y desposeídas del entorno social
que enmarcaba su status o categoría. Vendieron o alquilaron sus casas a los
nuevos aristócratas y construyeron sus villas en el campo, dotadas de jardines,
amplios espacios de recreo y tierras de labranza. Por otro lado, la parte menos
acomodada de la población, se alojó en pequeñas dependencias anejas a las casas
señoriales o en edificios de pisos muy hacinados, e incluso en Roma y en
Pompeya, era frecuente el subarriendo.
De
esta manera, la población romana residía en alojamientos muy diversos: El
Palacio (del emperador), la Domus (casa señorial urbana de familias acomodadas)
(figura 26), la Insula (casa de pisos en régimen de alquiler para el pueblo), y
en Villas (casas de campo de gente noble, aristócratas y patronos).
De
esta manera, la población romana residía en alojamientos muy diversos: El
Palacio (del emperador), la Domus (casa señorial urbana de familias acomodadas)
(figura 26), la Insula (casa de pisos en régimen de alquiler para el pueblo), y
en Villas (casas de campo de gente noble, aristócratas y patronos).
La
vivienda romana parte de la etrusca y constituye la evolución lógica de una
sociedad de clases diferenciadas y obligada a vivir en comunidad dentro de una
trama urbana. La Domus, aleja las habitaciones privadas de las de relación.
Establece dos niveles en la vida social, y diferencia entre el de relación
cotidiana o profesional, que invade la casa hasta el primer patio (atrium)
donde mantiene el impluvium y de donde retira la plaza de fuego en la que se
preparaba la comida, y otro menos frecuente para el que necesita ampliar la
vivienda hasta un segundo patio, de clara importación griega, con peristilo (rodeado
de columnas), el cual podía incorporarse a la parte anterior de la casa, se colocaba un tabique móvil o una cortina en el
fondo del tablinium (figura 27). De esta manera el tablinum, que era la pieza
más noble, se convertía en el espacio integrador en momentos festivos, cuando
se deseaba incorporar el jardín y el peristilo a la fiesta. En el uso diario de
la vivienda, el paso del atrium al peristilo se hacía por un estrecho pasillo
localizado entre el tablinium y el aloe. En este último local podía estar la
cocina, en casas mayores, ésta se situaba al fondo del patio porticado, en la
zona que se montaba el triclinio o comedor de verano y podía servir de paso al huerto
posterior. Algunos de estas grandes casas, podían tener una parte alta para los
criados, y en ocasiones disponer de entrada directa desde la calle y estar
alquiladas a otras familias. El romano fue siempre un ciudadano amante de sus
leyes, disciplinado y respetuoso con su vida privada. Era más reservado que el
griego y desde luego mucho más que el etrusco. Pero los aires, lujos y poderes
del imperio llegaban a todos los rincones generando una mentalidad nueva. Así,
la vivienda que hasta los primeros años del imperio no sufrió cambios
significativos, en tiempo de Augusto, hacia la mitad del Siglo I a C., se vio
recargada de decoración. El ciudadano romano introdujo el lujo en su casa, y
cualquier motivo era aprovechado para mostrar los mármoles que la recubrían y
el trablinum, lugar más escenográfico de la casa, en él, se colocaban los
retratos de los ascendientes familiares y los bustos de los protectores de la
misma. Más tarde la casa se dotó de pscticum o puerta de Servicio, signo que
evidenciaba las diferencias de clases en que se estratificaba la nueva
sociedad.
Para
la Domus o casa urbana señorial, la planta más divulgada en los textos
recientes, es la que responde a un esquema lineal, en el que la casa etrusca se
prolongaba en su fondo mediante un segundo atrio, mayor y porticado en todo su
perímetro. En el espacio central se establecía un jardín muy cuidado, que se
decoraba con fuentes y esculturas. Por último, en el fondo de la parcela se
situaba un patio que se cultivaba, ¿No
os suena a huerto urbano moderno?, lo es, como un pequeño huerto. A esta
tipología responde la Domus de la Pansa y la de Trevijo Valente, ambas en
Pompeya. No obstante, aunque esta planta siguió desarrollándose en otras
ciudades y fundamentalmente en Pompeya, la trama con que históricamente se
había cuajado el parcelario de la ciudad de Roma, no favoreció que estas
grandes casas se desarrollaran con su vocación lineal, de aquí que sea más
frecuente encontrar en dicho parcelario, casas que no completan el programa que
venimos relatando, y que sólo disponen de un atrium en que se desarrolla el
peristilo.
En
otros casos, cuando se atiende al programa, completándolo, se hace en base a
invadir las líneas propias de una medianera recta y resultando separaciones
entre casas bastante quebradizas como consecuencia de entremezclar los locales
y los patios de las parcelas colindantes (Figura 28)
2.- LA
CONSTRUCCIÓN DE LA CASA ROMANA
Sin
duda, el gran interés del estudio de la construcción romana radica en que en
Roma, bajo un lenguaje arquitectónico común, se admitieron todas las técnicas
que llegaban de cualquier punto del vaso imperio. por esta razón y por la
enorme producción que tuvo lugar, con cargo a los presupuestos del estado, se
convirtió en el lugar de concentración y fomento de tantos avances técnicos que
lograron que, aún hoy día, no sólo sean válidos, sino que en muchas ocasiones,
cuando las soluciones modernas no nos satisfacen, tengamos que mirar a aquellos
tiempos para ver cómo los romanos lo plantearon y lo resolvieron.
Los
edificios romanos presentaban una cimentación, como la que toman nuestros
edificios actuales cuando los resolvemos mediante zanjas continúas de hormigón
en masa. No obstante, en su primitivas construcciones, iniciados por los
etruscos, prolongaban la base de sus elementos de carga por debajo de la
rasante, mediante piedras más resistentes, dejándolas inmersas en una
plataforma de relleno de cascotes y mampuestos, casi sin aglomerante (Figura
29). Más tarde, abrieron sus zanjas de cimentación bajo los muros y soportes
para rellenarlas del nuevo material. Sobre cada tongada de mortero de puzolana
se le incorporaba, in situ, mampuestos rodeados de otras piedras menores que se
cubrían con una nueva capa de mortero, resultando así un hormigón idéntico al
que hoy identificamos en los planos llamándole ciclópeo.
Es
probable que al principio, los romanos, aplicaron el mortero de puzzoli sólo
para las cimentaciones y obras marítimas, y que más tarde se generalizará para
los núcleos de los muros, las bóvedas, los arcos y otros elementos
constructivos. También encontramos en Toma magníficas cimentaciones pétreas, e
incluso latericias, de arcos invertidos, pero fue el hormigón el material más
frecuente en la cimentación común de los edificios nuevos.
En
los muros de la casa romana se dieron toda la variedad de fábricas que hemos
descrito en el apartado dedicado al estudio de ellas. (Figura 30). No obstante,
lo más frecuente es encontrar el muro de adobe de dos pies de espesor, con
abundante mortero en sus juntas. También es frecuente el opus caementicium, con
refuerzos de dobles hiladas de adobe. Estas verdugadas de cuatro o cinco
hiladas (continuas) y se situaban a una distancia de unos 80 cm, entre ellos.
Los espacios entre verdugadas, quedaban resueltos por opus caementicium,
paramentado por una mampostería incierta de pequeños mampuestos. No faltaron,
en la arquitectura doméstica, los muros pétreos de pequeños sillares e incluso
aún podemos ver, en el interior de algunas de las casas conservadas, paramentos
mostrando el siempre apreciado, opus reticulatum enmarcado por machones y
verdugas de ladrillos.
En
ocasiones, el muro se construyó mediante un entramado lineal de maderas
(montantes, largueros y crucetas) entre los cuales se cuajaban una argamasa de
áridos y mortero de cal, quien haya intervenido en edificios con estructura de
madera del Siglo XVII, verá que nada nuevo bajo el sol. Dada la ligereza de
esta última fábrica o aparejo, era frecuente en los muros divisorios y en los
antepechos. Buenos ejemplos de ella podemos verlos en Pompeya y, de tiempos
mucho más recientes, encontraremos muchas medianeras en nuestras ciudades
actuales levantadas de la misma manera.
A
mitad del siglo I d.C., ya en tiempo de Augusto emperador, la casa cambia
claramente su carácter pasando a ser un exponente de la categoría y del
refinamiento de la familia que lo habitaba. La decoración invadió todos los
rincones de la vivienda, pavimentos, paredes y techos se pintaban hasta sus
últimos elementos. En las paredes, sobre los enfoscados de mortero de cala y
arena finamente cribada (opus arenatum o tectorium), después de blanqueados con
el opus albarium, se pintaban zócalos, frisos y, el resto de la pared, se
dividía en recuadros o cuarteles enmarcando puertas y recercando lugares donde podrían
colocarse cuadros o retratos de los miembros de la familia. Se alternaron
colores en tono pastel en los fondos con los colores vivos de las cenefas, de
frisos y de las guirnaldas florales que coronaban los recuadros.
3.- LA CUBIERTA
EN LA CASA ROMANA
Aunque
la casa romana, que había duplicado su atrium, podría haberse dotado de
caballetes o armazones de cubierta a dos aguas, al menos en el cuerpo
transversal o central en el que se situaban el tablinum, y de esta manera
resolver, con un único cuchillo o cercha la cubrición de este espacio central y
la de los dos faldones laterales, que vertían al primero y segundo atrium, no
lo hizo así. Por el contrario, a pesar de que el armazón el armazón de doble
pendiente propuesto por los fenicios y usados por los templos etruscos, eran
bien conocido por lo romanos, estos decidieron seguir resolviendo la cubierta
de la casa señorial, en la misma forma que aprendieron de la casa etrusca. Es
decir, elevando los muros y apoyando los faldones sobre pares entregados en
dichos muros y apoyados en las vigas que conformaban el compluvium y el
peristilo. No obstante, maestros de toda clase de cimbras y armazones de
madera, no podían renunciar a estas estructuras de cubierta y la aplicaron en
la casa de pisos (ínsula), en la basílica y en otros muchos edificios. Este
armazón romano no se parecía en nada al griego, que como recordaremos
descargaba a la viga inclinada mediante pies-derechos, sobre la viga
horizontal. Y la ponían a trabajar a tracción; es decir, ésta última pieza se
constituía en tirante (figura 31).
Los
romanos eran devotos de lo útil y partidarios de no gastar energía en inventar
lo inventado. Por ello, no debe extrañarnos lo que acabamos de comentar en
relación con las pocas iniciativas de cambios que se pudieron dar en la
vivienda. Aquí resulta un ejercicio de
imaginación interesante realizar el diseño de una casa moderna con técnicas
constructivas romanas, ahí lo dejo, para que pongáis a juicio lo que aquí se
dice, en fin seguimos….Además, la casa-atrio no era pieza importante en la
definición de la nueva escala en la que estaban comprometidos.
La
Domus se siguió mostrando cerrada al exterior, ventilándose e iluminándose a
través del compluvium y del peristilo. La incorporación del peristilo a la
vivienda fue una aportación romana importante, pero la modificación más lógica,
en la cubierta, fue la introducción de las cuatro columnas que se colocaron en
las esquinas del impluvium, para apoyar las cuatro vigas perimetrales donde
descargaban los faldones de la artesa que llevaba el agua al cavaedium. Ello,
después de usar muchas veces el cavaedium tuscanicum, al cual renunciaron tras
comprobar que las dos vigas que abarcaban el ancho total del atrium, eran las
piezas más caras de la construcción de la cubierta.
Como
material de cubrición se usó la teja cerámica, poco más o menos que como hoy en
día, oops¡ nada nuevo bajo el sol otra
vez¡, colocada de la misma forma que se venía utilizando en la casa griega.
Es decir, canales planas con rebajes para el encajado longitudinal, que evitase
el deslizamiento en el faldón y cobijas de poco abarque. La teja canal era
ligeramente menor que la griega y la teja cobija, era claramente cilíndrica.
Recordaremos que su homónima griega era angulosa, a modo de libro.
4 LA CASA DE
PISOS (INSULAE)
La
enorme cantidad de gente que abandonó el campo para afincarse en las ciudades,
hizo que el suelo adquiriese valores lo suficientemente altos como para que se
generase la construcción en altura, vaya con los romanos¡¡ también tenían
especulación urbanística¡ otra vez, nada nuevo bajo el sol¡¡, hasta el punto de
que pronto hubo que dictar normas encaminadas a limitarlo. Como consecuencia de
esta desmesurada masificación urbana, muchas de las bellas casas señoriales
fueron alquiladas a varias familias. Unas se dividieron y otras recibieron
plantas superiores, introduciéndose escaleras en las tabernas y en la zona del
tablinium; esto contribuyó a que, estas piezas, sean difíciles de identificar
en los planos de Roma. El parcelario de la ciudad, fuera de los Foros, debió
llegar a ser bastante caótico, y la vida en los barrios debió generar focos
insalubres y hasta peligrosos, vaya, ¿no os suena de nada a la vida moderna
actual?, después del gran incendio del año 64 d.C., se redacta el Plano
Regulador de Nerón, en el cual se fijaba la altura máxima de los edificios de
apartamentos insulae en 70 pies (unos 21 metros), que mantuvo a éstos con
cuatro o cinco plantas. Debían tener la escalera próxima a la fachada y presentar
grandes huecos a las mismas. Se favoreció la construcción con porches y, los edificios,
se debían separar dejando pasillos entre ellos a fin de evitar la propagación
del fuego. No debía usarse la madera más allá de la imprescindible y debía
construirse, fundamentalmente, con el opus cemetacium.
Con
todo lo anterior, es fácil que los edificios urbanos con uso de habitación, se
organizasen en manzanas que se parecieran mucho a las de nuestras ciudades
actuales (figura 32). De hecho siempre nos sorprende ver la conocida
restauración de la Insula de Diana (ostia) y tener que encajarla
En
aquel tiempo, ya que su aspecto parece más propio de una solución formulada con
posterioridad a la etapa medieval. En estos edificios de apartamentos, la
planta inferior alojaba los portales con las escaleras, las tabernas y los
altillos de éstas. A ellos, se accedía desde las propias tiendas y eran
habitados por los empleados de las mismas. Entre esta planta con altillo y las
plantas superiores, se procuraba una separación clara por la presencia de un
balcón corrido. Las plantas superiores se dotaron de grandes huecos y se
separaban por impostas o cornisas. El edificio se coronaba con un alero de
pequeño vuelo con tejas su cubierta inclinada.
Los
muros se construyeron con fábrica mixta, de manera que el alma del hormigón se
presentaba a fachada con una fábrica de ladrillo de magnífica ejecución, en la
que se pueden ver los perfectos arcos escarzanos o porciones del arco circular
de descarga en aquel tiempo, ya que su aspecto parece más propio de una
solución formulada con posterioridad a la etapa medieval. En estos edificios de
apartamentos, la planta inferior alojaba los portales con las escaleras, las
tabernas y los altillos de éstas. A ellos, se accedía desde las propias tiendas
y eran habitadas por los empleados de las mismas. Entre esa planta con altillo
y las plantas superiores, se procuraba una separación clara por la presencia de
un balcón corrido. Las plantas superiores se dotaron de grandes huecos y se
separaban con un alero de pequeño vuelo y resolvía con tejas su cubierta
inclinada.
Los
muros se construyeron con fábrica mixta, de manera que el alma de hormigón se
presentana a fachada con un fábrica de ladrillo se presentaba a fachada con un
fábrica de ladrillo de magnífica ejecución, en la que se pueden ver los
perfectos arcos escarzanos o porciones del arco circular de descarga sobre los
huecos adintelados (figura 33). No obstante, para proteger la fábrica, la
fachada se revestía con mortero de cal y arena fina (opus tectorium) y otras
veces, con estuco (opus marmóreum).
Los
forjados se constituían por viguetas de madera, de 34 cm de escuadría,
distanciadas no más de 50 cm, que recibían la tablazón. Sobre estas tablas de
carrasca o de encina, se tendía una capa de helechos o paja para preservar, a
la madera, de la cala del mortero. Sobre la paja, se tendía el estatúmen o capa
de cascotes en seco. Encima, la ruderación
o capa de 20 cm de pequeños cascoes o mortero de cal, apisonada. Sobre ésta, se
situaba el núcleo, o capa de 10 cm de mortero de cal y polvo grueso de
ladrillo. Por último, se colocaba el pavimento de ladrillos.
El
soporte de la cubierta, como ya habíamos anunciado, se resolvía mediante
armazones o caballetes de madera,
fuertemente rigidizados por dobles niveles de
atirantamientos, de manera que se solucionaba, en sí mismo, el problema de los
empujes derivados de una cubierta resuelta a dos aguas. Las armazones se
apoyaban en los muros fachadas y en los paralelos a las mismas, de manera que
los vertidos de los faldones se orientaban hacia la fachada principal y al
patio interior de manzana (Figura 34). Las tejas no eran diferente a las tejas
cerámicas tegulae, usadas para los otros edificios romanos, es decir, canales
planos engatilladas y cobijas semicilíndricos.
5.- LAS VILLAS O
PALACIOS (DOMUS)
La clase aristocrática que se había
generado en Roma, desde el Siglo II a.C, se incremento fuertemente y creó unos
requerimientos de expansión y confort, de manera que la alta aristocrácia
entendió que construirse una villa (Domus) en la colina palatina era el signo
máximo del poder social (Figura 35). Las villas, cada vez más extensas, fueron
colmatando la colina de Rómulo. Incluso
Los
emperadores entraron en esa carrera. En contraste o esto, Augusto decidió vivir modestamente, pero la idea de Octavio Augusto no fue secundada por
ninguno de sus sucesores. Así resultaron los famosos edificios: Domus Tiberiana
(Palacio de Tiberio), Domus Transitoria (Palacio de Tiberio), Domus Transitoria
(Palacio de Domiciano), Domus Severiana (Palacio de Septimio Severo), entre
otros. De hecho, junto al modesto palacio de Augusto en la Colina Palatina, en
el año 81 d.C., Domiciano hizo levantar un conjunto de recintos que dieron como
resultado la mayor de las villas palatinas, el Palacio de los Emperadores o
Domus Augusta. En esta ampliación, el Hall de Audiencia media 27x33 m; el salón
de los Banquetes disponía de 24x26 m; el Patio del Basín de fuente octagonal y
peristilo, era 45x48; idénticas dimensiones disponía el peristilo central que
ordenaba el conjunto. Con todo ello, la Villa Augusta ordenaba el conjunto. Con
todo ello, la Villa Augusta enterraba para siempre la austeridad y modestia con
la que vivió Augusto.
De
todas formas, no pasaron los emperadores su vida en estos palacios sino que a
todos, en su retiro, les apetecieron apartarse a otras poblaciones de menor
aglomeración, así tiberio pasó los últimos diez años de su reinado en Capri;
Nerón, después del incendio, levantó en Roma la Domus Aurea. Adriano hizo lo
propio retirándose a Tivoli donde, el año 130 d.C., se construyó la conocida
Villa Adriana (Figura 36), que se constituye por un conjunto arquitectónico,
donde una columnata rotonda del más lujoso y sensible estilo corintio y una
lámina de agua, ordenan toda la construcción, y donde la imaginación inspirada
en la arquitectura egipcia y oriental, que Adriano añoraba de sus viajes, no
escatimó en lujo y creatividad.
Aparte
de la vegetación y la naturaleza, fueron; el mármol, los mosaicos y la pintura
mural, los elementos decorativos que acompañaron a las ricas esculturas y al
mobiliario de estas espléndidas villas (Figura 37).
5 EL TEMPLO Y LA BASÍLICA
Aunque
los usos del templo y la basílica fueron muy distintos en sus orígenes, hemos decidido
recoger estas dos edificaciones civiles dentro de este apartado, con el fin de
marcar el origen y la evolución de uno y otro, así como las diferentes
funciones de ambas construcciones, y la razón de ella en la vida romana.
Las
deidades griegas fueron aceptadas por los romanos sin más mutación que la
transposición de sus nombres. Los romanos entendieron el sentido del tempo, a
lo griego, mucho más claramente que los etruscos. Tenían la necesidad de
esperar de lo sobrenatural y de los protectores mayores beneficios, y que las
circunstancias les fueron o les siguieron siendo favorables y, en consecuencia,
necesitaban de un lugar para el agradecimiento. Por ello para el templo romano
no hemos de buscar más razones que las que definieron para el templo griego.
Aunque los romanos extendieron este culto a dioses locales o emperadores
difuntos.
La
basílica era un edificio nuevo que emanaba de las necesidades de una sociedad,
que ahora, se empeñaba en desarrollar la vida comunitaria, y de un pueblo
amante y deseoso de la vida reglada y ordenada. Era el edificio público en el
que se impartía justicia, carente de cualquier connotación religiosa. Respondió
al requerimiento de una sociedad que exponía sus problemas en la estoa; de aquí que las primeras
basílicas no fueran más que un patio rodeado de un pórtico cubierto y un lugar
emplazado en su cabecera, para el administrador de justicia. Su planta, tomada
más tarde por el Cristianismo por mera razón de apariencia funcional,
encontraría el sentido religioso que hoy conocemos.
5.1. EL TEMPLO
ROMANO
La arcaica constumbre de invocar y
adorar a los elementos, el sol, la lluvía, el viento, etc., no escapó al
primitivo pueblo romano, así, el altar como mesa de los sacrificios en
agradecimiento a la bondad de la naturaleza, es la pieza fundamental del templo
de aquella temprana época. Como hemos visto en los capítulos anteriores el
pequeño templo de la Grecia arcaica, tomado por los etruscos, llega a Roma
cargado de profundos y definitivas peculiaridades toscanas, tales como: marcada
direccionalidad disponiendo de fachada principal y escalera frontal in antis, alto podio y amplio pronaos, dotado generalmente de cuatro
columnas. El templo de planta circular, que posiblemente procede de la cabaña o
del castro romano se hace frecuentemente en los primeros años del siglo I a.C.
No obstante, hay modelos de esta tipología dotados como anteriores al Siglo IV
a.C.
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Son muy escasos los datos que se
tienen de los templos del tiempo de la República, salvo de su última etapa; y
por ello tomaron tanta importancia los hallazgos logrados en Largo Argentina (Figura 38). Este lugar
constituyó un Área Sacra localizada e el Plano de Servius Tiullus y situada al
Este de la Roma Extramuros. Fue escavada muy tarde, pero se encontraron cuatro
templos adosados de gran interés. Estos templos, probablemente por no conocerse
en honor de que deidad fueron levantados, quedaron definidos o designados, por
las primeras letras del alfabeto, así se repiten en todos los textos de
historia y arqueología y de este mismo modo los denominaremos nostros. El más
antiguo es de finales del siglo IV a.C. y es casi periptero, cella ligeramente
rectangular apoyada sobre muro de fondo, con amplio pronaos (quizás tetrástilo
por pura traza etrusca) y de intercolumnio de 3 módulos. Nos referimos al
denominado templo C.
El segundo en antigüedad es un templo
rotondo, períptero, con pronaos tetrástilo y escalera frontal B (Siglo III
a.C.). El siguiente es un templo períptero A, también del Siglo III a.C., y
finalmente, uno próstilo, también con escalera frontal in antis, D, que se data ya como del Siglo II a.C. Como puede
observarse la cronología no responde al orden otorgado a las letras con que han
sido designados y, aquí, las tomamos en la manera que lo definen los
historiadores y arquólogos.
El templo de Cori mantine, en su
planta, la constante propuesta del templo etrusco (Figura 39). No obstante lo
traemos a este post porque, a pesar de haber sido calificado como feo por su
desproporcionada esbeltez, puso de manifiesto una de las características
fundamentales que diferenciaría al templo romano del griego.
El templo griego se presenta como una
construcción horizontal, es decir, la altura respecto al lado menor de la
planta se mantiene frecuentemente en la relación 0,44 (4/9), em tamtp que el
templo romano es de clara vocación peraltada y de gran esbeltez. La altura del
templo romano superó, con cierta frecuencia, la longitud de su fachada frontal.
Pero volviendo al templo de Hércules, levantado con anterioridad al año 100
a.C. en Cora (ciudad localizada al SE de Roma), aún podemos verlo y comprobar
que se trata de un templo dórico, con un pobre y raquítico equino, columnas
acanaladas en sus dos tercios superiores y basa cuadrada. Es tetrástilo, con un
profundo pronaos y se sitúa sobre un alto podium de opus caementicium, careado
por una mampostería en opus incetum de pequeños mampuestos. En ella asoma, por
su laterales, la cimentación que se aloja en dicho basamento como prolongación
de las columnas (estereobatos).
Desde luego sorprende su desmesurada
esbeltez y la separación entre las columnas (intercolumnio). Aquí el friso y el arquitrabe son una misma cosa,
pues los tres triglifos que se disponen en cada intercolumnio ocupan toda la
altura del elemento adintelado. Podemos admitir, para el templo de Cori, el calificativo de desproporcionado si se le
compara con el bellisimo tempo que por aquellas fechas (Siglo I a.C.) se
levantó en el Foro Boario de Roma, en honor a Portuno y que es conocido como el
templo de la Fortuna Virile o con el que se levantó en Nimes, ya en tiempo de
Augusto (año 20 aC.), Maison Carrée.
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La fortuna Virile es un pequeño templo jónico, también tetrástilo, al
que no puede negársele su traza romana y la profundidad de su pronaos de
propuesta etrusca, pero del que, por la acertada relacción de sus proporciones,
no puede descartarse que fueran maestros griegos los que lo construyeran
(Figura 40). Se trata de un templo seudoperiptero, es decir, las semicolimnas
adosadas al muro son puramente decorativas e es, dicho muro, el que
mecánicamente se encarga del descenso de las cargas, aunque visto desde lejos
se muestra como si se tratara de un templo periptero. Los muros están
construidos con sillares de toba volcánica, en tanto que las columnas y el
entablamiento están labrados en mármol travertino.
La Maison Carrée es una copia a mayor escala y en estilo corintio de
la Fortuna Virile; es un templo civil, también seudoperiptero, construido por
Agripa en la lado sur del Foro Ancinao de Nimes (Figura 41). El promotor del
Panteón murió el año 12 a.C. dedicándose, el tempo de Nimer, al honor de su dos
hijos. Muchos historiadores se han referido a él, calificándolo como el más
perfecto de todos los templos romanos. Esta construido en piedra caliza local,
sobre un podium que tiene una altura próxima a los 3 m, al cual se accede por
una gran escalera frontal in antis. La
forma rectangular de la planta se mantiene en la relacción 1:2, de manera que
el frente presenta seis columnas por once que se disponen en el costado. Las
columnas son estriadas, disponen de capiteles de hojas de acanto y finisimo
ábaco mixtilíneo. El entablamento y demás elementos, son corintios y muestran
el clasicismo de los arquitectos griegos de la corte de Augusto.
Aunque
otros templos presenten plantas
singulares como el de la Concordia,
que situó su pronaos y escalinata de entrada en uno de sus costados, o el
templo de Venus y Roma que, en
realidad, eran dos templos unidos por su parte posterior, en general el templo
romano de planta rectangular puede definirse como un templo de cella única, con
pórtico hexástilo, escalera frontal y seudoperíptero, es decir, con muro de
carga, en el las semicolumas adosadas al mismo, sólo juegan el papel decorativo
(figura 42).
En
cuanto a su construcción no hubo diferencias considerables respecto a la
construcción del templo griego, dotado de estructura de cubrición de madera,
pero ahora a la manera de los armazones etruscos, es decir, con armazones de
tijera.
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Superada
la primera mitad del siglo primero de la Era Cristiana, los templos
rectangulares perdieron en religiosidad, en el sentido general, para tomar
mayor carácter civil. Decoraron sus paramentos interiores como si fueran
fachadas exteriores. Cubrieron su cella con grandes bóvedas de cañón,
construidas totalmente en piedra mediante arcos fajones, de amplio intradós y
delgadas losas de piedra que quedaban apoyadas en dichos arcos directores.
Estos, se mostraban colgados y como si fuesen bandas tapajuntas de la pesada bóveda
de cañón. Pero estos arcos fajones que descargaban en el muro, encontraban, tras
salvar la cornisa, continuidad compositiva en las columnas adosadas a los
muros, de forma que el espacio quedaba dividido longitudinalmente,
proporcionando una nueva vertiente de enriquecimiento a la arquitectura
interior del templo romano.
Apoyado
en estas bóvedas se conformaba un relleno de hormigón aligerado por tubos
cerámicos, hasta conseguir el plano inclinado sobre el que se recibían las
tejas.
Con
todo, los muros interiores se labraron y decoraron los paramentos interiores de
la cella a modo de fachadas interiores, dotándose de pilastras o semicolumnas,
frisos y cornisas (Figura 43). El muro se aligeraba creando nichos u
hornacinas, en la forma propuesta por Sila
en la Fortuna de Proeneste. Estas hornacinas
quedaron coronadas con frontis rectilíneos o curvos o recercados por jambas,
como si fuesen ventanas exteriores. Así los vemos en el Templo de Diana en Nimes y con la mayor elegancia y categoría en el
Panteón de Roma.
Quizás
la característica que mejor puede diferenciar la intencionalidad del templo
romano respecto al templo griego, es su localización respecto al espacio
exterior. Como ya se ha señalado, el templo romano se manifestaba como un
edificio con una fachada principal y sin pretensiones de ser rodeado. Por ello,
lejos de generar un espacio exterior en torno a él, como hiciera el templo
griego, se colocaron en batería, casi adosados, o en la cabecera de los foros y
se sintió afortunado cuando el eje longitudinal de la plaza coincidió con el único
eje de simetría de su planta.
El
templo de Vesta (Figura 46), en Roma,
es el superviviente más antiguo de los construidos con mármol pantélico y,
sobre su basamento de tufa, muestra, a pesar de la noble caliza, su vocación de
templo primitivo de madera.
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5.2. LOS TEMPLOS
ROTONDOS (THOLOS)
Con
los templos rotondos, Roma, iniciaba el gran capítulo de los edificios
circulares y elípticos para su Imperio, e incluso el de los edificios de
plantas curvas para toda la Arquitectura Occidental (Figura 44). Aun teniendo
evidencia de que el templo de planta circular tiene su origen en la choza, y
admitiendo que el Templo B del Área Sacra de Largo Argentina en Roma (Figura
45), sea anterior al Siglo II a.C., es evidente que Sila, que había ofrecido el
soporte formal de los Arcos de Triunfo con la fachada del tabularium, brindó
igualmente, con el pequeño tholo que corona a la Fortuna Primigenia en
Praeneste, el modelo, no sólo del Panteón de Agripa, sino el del caldarium o
espacio ordenador de las termas romanas, y desde luego, ofreció las pautas
aprendidas en Oriente, para la construcción de teatros romanos. Por todo esto,
es por lo que hemos querido iniciar nuestro trabajo haciéndole los honores a Lucio Cornelio Sulla (Sila), pues si
César, Adriano y Trajano tuvieron a la arquitectura como lenguaje unificador
del Imperio, es evidente que el constructor del magnífico Tholo de la Sibila o de Vesta
en Tivoli, había fijado las bases necesarias para ello.
A
diferencia del tholo griego el tholo romano reclamó la condición de los templos
etruscos. Esto es, montarse sobre un alto podio y caracterizarse por su
direccionalidad, dotándose de un pórtico, que aunque siempre se mostró como
algo fuera de él y separable, le proporcionaba una fachada y una orientación
definida. De esta manera lo vemos en todos los templos de planta circular y,
desde luego, en el Panteón de Agripa.
Al
final de la república, los templos rotondos, se hicieron relativamente frecuentes
en Roma. Así, el Templo de Vesta en Tivoli, situado junto al Templo de la
Fortuna Virile en el Foro Boario de Roma, fue levantado por Severiano hacia el
año 20 a.C., sobre las ruinas de otro que se ha datado como del Siglo VIII a.C.
Este templo constituía el centro de devoción de los mercaderes que navegaban
por el Mediterráneo, que adoraban a una estatura griega labrada por Scopo el Joven. Incluso el templo que
hoy vemos debió ser obra de un arquitecto griego.
El
templo de Sibila (Figura 47), en
Tivoli, es uno de los más bellos de todos los templos rotondos. Levantado en el
siglo I. a.C., muestra con su encantador emplazamiento y con la armonía de sus
elementos, la llegada del Helenismo a Roma. Construido en la piedra caliza
local, tiburtina, es períptero aunque sacrifica al tholo, para mantener el
lenguaje unificado de la arquitectura romana, dotándose de un pórtico o frontón
tetrástilo. Sobre un podio que le empina ligeramente en el paisaje, sus
columnas corintias, estriadas, se dotan de basas pequeñas y capiteles muy decorados.
Estás, soportaron un entablamiento en el que, en ausencia del friso, el
arquitrabe se decora con cenefa de volutas romanas.
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