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jueves, 24 de abril de 2014

EUROPA NECESITA UN PLAN B PARA COMBATIR EL CAMBIO CLIMÁTICO

El año 2015 está ‘marcado en verde’ en el calendario de este planeta como un posible punto de inflexión en la producción de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la tan esperada revisión del Protocolo de Kioto podría no darse, por lo que Europa debe preparar un plan alterno.

Las expectativas son muy altas, quizás demasiado. El Protocolo de Kioto se encuentra en ‘standby’ hasta que los estados discutan y acuerden las nuevas metas de reducción de los gases de efecto invernadero. El problema es que países, como China y EEUU, los mayores contaminantes del mundo, no se han alineado a dicho protocolo.
Según un reciente informe del Banco Mundial, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ya alcanza las 400 ppm (partes por millón) y advierten que si la situación no se modifica, “las opciones comenzarán a desaparecer, los costos se incrementarán a medida que aumentan los niveles de emisión de carbono y las trayectorias de calentamiento en gran medida se harán irreversibles”.
De hecho, a este ritmo, auguran que podrían producirse incrementos de temperatura de 5° C o más durante este siglo. “Si actuamos ahora y actuamos juntos, los costos incrementales de mantener el calentamiento cercano a los 2° C serán pequeños y podrán justificarse en vista de los peligros que probablemente entrañe un cambio climático mayor”.

Por todo ello, el Banco Mundial recomienda la acción conjunta de todos los países y una transformación esencial en los sistemas energéticos, esto es, una significativa mejora en la eficiencia energética, un cambio decidido hacia la energía renovable y el uso generalizado de tecnologías avanzadas para capturar y almacenar las emisiones de carbono.

“Los países desarrollados deben ponerse a la cabeza de estos esfuerzos y reducir abruptamente sus propias emisiones (en hasta un 80% para 2050), poner en el mercado nuevas tecnologías y ayudar a financiar la transición de los países en desarrollo hacia caminos de energía limpia”, sugiere el informe sobre Desarrollo y Cambio Climático del Banco Mundial.

LA POSTURA DE EUROPA
La pregunta ahora es ¿Qué puede hacer Europa si el resto del mundo no toma en serio la necesidad de detener el cambio climático?
Bruselas ya ha dado el paso de priorizar tres grandes líneas de trabajo: la eficiencia energética para conseguir el objetivo del 20% de ahorro de consumo de energía en el 2020, la apertura de la competencia a través de un mercado integrado, y el incremento del consumo de energías renovables.
Las directivas incluso establecen que los Estados miembro deberán constituir un Fondo Nacional de Eficiencia Energética para activar recursos que financien la inversión en proyectos de eficiencia energética.

UN AHORRO MILLONARIO PARA ESPAÑA
Y es que por ejemplo tan solo en España se estima que la eficiencia energética puede significar un ahorro de hasta 7.000 millones de euros al año, además de jugar un papel primordial en la reactivación de la economía española.
Por todo ello, Bruselas reconoce la eficiencia energética como una prioridad en los presupuestos de la UE, y es así que ha duplicado para el periodo 2014-2020 los recursos destinados al ahorro de energía con respecto al anterior periodo.
Pero, ¿Es esto suficiente? Lo cierto es que la UE representa tan solo sólo un 15 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Es decir que mientras el mayor bloque comercial del mundo y el menos contaminante, lidera las acciones contra el cambio climático, otros países con mayor responsabilidad en el efecto invernadero, se mantienen al margen del Protocolo de Kioto.
La conferencia de París que tendrá lugar en 2015 servirá para dilucidar finalmente qué países están dispuestos a unirse esta carrera por la reducción de los gases contaminantes.

UN PLAN B
Si países como EEUU, China, Brasil, India, etcétera, no responden de manera positiva, es momento de considerar un llamado Plan B. Éste consistiría por ejemplo en implantar un sistema de trazabilidad para gravar con aranceles los productos en función de los gases de efecto invernadero emitidos en su proceso de producción y distribución.
Esta medida se justificaría no solo por el beneficio medioambiental, sino porque la Unión Europea estaría asumiendo restricciones y realizando inversiones que otros países no enfrentarían. Es decir, que colocaría a la UE en desventaja competitiva.
Hay que tener en cuenta que este sistema de aranceles podría desatar una guerra comercial, no obstante, sería una de las vías más eficaces de hacer frente al calentamiento global.
Se espera que los países ‘gravados’ impongan medidas recíprocas en represalia. Lo cual representaría un mal menor, debido a que los productos europeos conllevan una carga inferior de gases de efecto invernadero.
En caso de que se aplicaran otras tasas a las importaciones de productos europeos como represalia, esto supondría un encarecimiento de dichos bienes, afectando al consumido final. Una forma de compensar esto sería reducir algunos de sus impuestos como el IVA.
La manera de contrarrestar la pérdida de recaudación que esto supondría podría ser por medio de impuestos medioambientales, o mediante el ahorro antes mencionado a través de la eficiencia energética.
El Banco Mundial ya ha planteado el oscuro panorama si no se toman medidas. Ha hecho sus recomendaciones, y ha anunciado una nueva estrategia: reducir el financiamiento a las plantas de energía que usen carbón.
“El Grupo del Banco Mundial ayudará a sus clientes a identificar alternativas a la energía a base de carbón a medida que hace cambios hacia la energía sustentable”, han detallado en un documento de estrategia.
Esta medida surge un día después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciara que Washington dejará de invertir en proyectos de carbón en el extranjero, y pidió que los bancos multilaterales hagan lo mismo.

Es decir, supone una ofensiva decidida contra el cambio climático. Podrá tildarse de restricción, imposición o penalización, pero sin duda es una apuesta por las políticas medioambientales efectivas. Europa tampoco debe temer una guerra comercial y debe considerar dichos gravámenes arancelarios si las alternativas se agotan y es necesario un agresivo Plan B por el medioambiente.
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